No insultar a una persona de la comunidad, sea hombre o mujer.
Levítico 19:14:
“No maldecirás al sordo y delante del ciego no pondrás tropiezo sino que tendrás temor de tu Dios, yo HaShem. (Levítico 19:14 RV60)”
Explicación del mandamiento:
Aparentemente, no hay una relación muy directa entre este mandamiento y lo que dice el pasaje, por ello es necesario aclarar ciertos conceptos y tenerlos presentes: Dios no hace acepción de personas, si una persona le falta el respeto a un hombre o a una mujer, para El Eterno es igual. En algunas culturas, sobre todo en los días en los que se escribió el libro de Levítico y en general la Biblia, la mujer era menospreciada en cuanto a sus derechos; el respeto y su dignidad, no se tomaban en cuenta, incluso era insultada, difamada ya que no había un tribunal ni nadie que la defendiera.
La Torá nos establece claramente que está prohibido llevar a cabo este tipo de acciones. Hoy parecería muy lógico no insultar a ninguna persona, puesto que la Torá se resume en dos Mandamientos: Amarás a tu prójimo como a ti mismo y Amarás al señor Tu Dios con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu corazón y con todas tus fuerzas. Sin embargo, a veces, es necesario detallar o definir cómo amar a nuestro prójimo; una de estas maneras es, por ejemplo, no insultándolo, no faltarle el respeto es comenzar a amarlo.
El hecho de relacionarlo con este versículo: No maldecirás al sordo y delante del ciego, no pondrás tropiezo, sino que tendrás temor de tu Dios, es muy interesante porque este mismo versículo se utiliza en el mandamiento 232 que tiene relación con no dar un mal consejo a una persona, etcétera. Sin embargo, muchas veces una persona no nos escucha como un sordo o no nos ve como un ciego y es más fácil que la gente hable mal, por eso dice más adelante, “sino que tendrás temor de tu Dios”, es decir, aunque la persona no este escuchando debemos proceder sabiendo que Dios nos escucha, que el Eterno está en todo lugar y, por lo tanto, lo que nos debe conducir en primera instancia es no insultar a nadie, si hacerlo por amor no es suficiente, hagámoslo por temor al Eterno, a nuestro Dios. Si una persona dijera ciertas palabras a una persona sorda, aunque fueran las peores, él no se va a sentir ofendido, posiblemente no se dé cuenta o si va caminando un ciego y se le pone algún tropiezo, alguna piedra, el ciego no sabrá quién la puso. La Torá nos lleva a un nivel más alto cuando dice, aunque el ciego haya de tropezar que no sea por nuestra causa, hay que tener mucho cuidado de cómo nos conducimos también por temor a Dios.
Aunque en muchos casos pudiéramos sentir que esa persona merece algo grave, algún insulto, tenemos que contenernos por temor al Eterno. Dice La Palabra “mía es la venganza, yo pagaré” dice el señor, entonces no tiene ningún caso obrar o actuar de esa manera.
Evidentemente, este mandamiento es muy amplio, decir: “No insultar a una persona” puede referirse a muchas formas no solo con respecto a las palabras o a las acciones, incluso pueden ser actos de omisión, por ejemplo quedarse callado, no saludar es un insulto también, así que el Eterno quiere examinar nuestro corazón, las intenciones que hay siempre detrás de nuestras acciones y que nos percatemos, nos demos cuenta de cómo estamos viviendo, cómo estamos actuando, Dios ve más allá, por ello es importante examinar nuestro corazón el día de hoy y revisar si no le hemos faltado el respeto a alguien, tal vez hemos estado actuando de alguna manera y no nos dimos cuenta de que para esa persona puede ser un insulto decirle o hacerle una broma, ponerle un apodo, hacer un comentario, en fin. Por ello apelemos al Espíritu de nuestro Padre Celestial, al Espíritu de Dios que nos redarguya, que nos muestre, nos guíe, nos acerque a la persona a la que necesitamos pedirle perdón y hacerlo de todo corazón, arrepentidos porque si no nos disculpamos estamos transgrediendo este mandamiento, tengamos temor de nuestro Dios, seamos conscientes de que El todo lo ve y todo lo oye. El sordo no podrá oír, el ciego no podría vernos, pero tienen un Dios que sí está al tanto de ellos, que es sus ojos, sus oídos, por lo tanto, está muy atento a lo que nosotros decimos.
Para los que son padres deben dimensionar hasta qué grado pueden llegar a lastimar con insultos, malas palabras a sus hijos. Yeshua dijo: “Ay de aquel que haga tropezar a uno de estos pequeños”. ¿Por qué? Porque mejor le sería que se atara una piedra de molino y fuese echada y luego se arrojase al mar que hacer tropezar a uno de estos pequeños, así que cuidemos lo que sale de nuestra boca, llenemos nuestro corazón de La Palabra, porque de lo que abunda nuestro corazón de eso hablará la boca y examinemos día a día nuestras acciones para que entonces realmente podamos acercarnos no solo al límite de no insultar sino más allá: Amar, ser proactivos en el amor.
Conclusión:
Hoy en día pareciera que este mandamiento se ha olvidado por completo en todos los ámbitos de nuestra vida, no seamos parte de todo este movimiento, de este sentir, de esto que se genera en el mundo profanando el Nombre de Dios, clamemos al Eterno para que nos guíe, nos permita caminar, ser un pueblo diferente, una generación que marque una diferencia incluso en estos pequeños detalles.
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