Estudiar la Torá y enseñarla.

Deuteronomio 6:7

“y estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre tu corazón 7. Y las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en tu casa y andando por el camino y al acostarte y cuando te levantes. (Deuteronomio 6:7 RV60)”

Explicación del mandamiento:

En el mandamiento anterior se comentó que es necesario estudiar la Palabra porque es la forma de poder amar al Eterno, conociéndole por medio de su palabra, por medio del estudio de la escritura, sabremos cómo quiere o necesita ser amado, la Biblia es la guía de nuestra vida, de cómo debemos de vivir, es el manual del fabricante, cuanto mejor conozcamos el manual, mejor provecho le vamos a sacar al producto. Para amar a dios, para conocerlo.

Cuando estudiamos la palabra nos vemos obligados a hacer, a poner por obra lo que hemos leído, escudriñado, es por esto que mucha gente no se involucra en el estudio profundo de la palabra, sino superficialmente, sin tener en cuenta que no podemos engañarnos ni engañar a Dios, ya que es La Palabra la que nos impulsa, nos lleva a hacer algo porque es un libro espiritual, sus palabras son espíritu, son vida y esa vida es movimiento, en la medida en que conocemos La Palabra estamos vivos también. 

En ese contexto de “amar a tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas, estas palabras que yo te mando estarán sobre tu corazón y las repetirás a tus hijos” tiene que ver con este precepto de estudiar la Torá, de enseñarla y va enfocado también hacia los padres quienes no pueden evadir esta responsabilidad, tampoco pueden repetir algo que no han escuchado, lo que no saben por ello el mandato es estudiar la Torá, aprenderla, entenderla y después enseñarla, repetirla. Hoy gracias al Eterno hay muchos recursos, hay muchas formas, Dios inclusive envió pastores, maestros, gente para que justamente nos enseñe, aprendamos y podamos retransmitir lo aprendido. Hay gente que se siente insegura en compartir la palabra, pero solo es por falta de conocimiento, no porque no pueda o no lo sepa hacer. Somos como peces y la Torá es el agua, no hay manera que un pez subsista, si le sacamos del agua, podrá vivir unos instantes, pero sabemos cuál es su destino, lo mismo pasa con el creyente, con un hijo de Dios, si sale de La Palabra, es un pez fuera del agua y se va a morir. Entonces tengamos presente este mandato: Estudiemos, conozcamos y compartamos, transmitamos, no lo reservemos exclusivamente para nosotros, lo que leamos, lo que veamos, lo que sabemos de eso hablemos.

¿A quiénes nos da Dios como primeros discípulos? A nuestros hijos, a las personas más cercanas a nosotros, a ellos hay que repetirles y esto es para todos, no hay distinción entre hombre y mujer ni precisamos ser rabinos, sino simplemente de lo que estemos aprendiendo, podemos compartir y repetirlo todos los días aun cuando nuestros hijos sean mayores porque la enseñanza consiste en eso, en transmitir, repetir para aprender, porque mientras más lo enseñemos, más lo aprenderemos, lo que conlleva una responsabilidad la de transmitir todo lo que se está recibiendo las veces que sea necesario y en todo lugar. 

Así como enseñó Yeshua en la llanura, en el monte, en el camino, en la playa, en el templo, en las casas, en el huerto, en la sinagoga, igualmente en todas partes tenemos que estar dispuestos a compartir, a enseñar, a nuestros hijos porque cualquier instante es bueno para compartirles de lo que abunda en nuestro corazón y en algún momento esto sucederá naturalmente, sin afanarnos en lo intelectual.

El verso 7 dice: “al acostarte y cuando te levantes”, es decir en todo tiempo, en todo lugar, en todo momento, lo último al dormir y lo primero al despertar, que no se termine el día sin que en algún momento, a nuestros niños le hayamos hablado y enseñado algo de La Palabra, lo que implica pasar tiempo con nuestros hijos, estar presentes porque no es responsabilidad del maestro ni del pastor, del rabino ni del que le va a instruir en el bar mitzvá (ceremonia que se lleva a cabo con los jóvenes varones cuando cumplen 13 años, se los prepara para pasar hacia la adolescencia o hacia la juventud tomando conciencia de su responsabilidad) aun así los padres somos insustituibles en este mandamiento, los hijos son nuestros discípulos así que esto está ligado, como vemos, a los mandamientos que son de los más importantes: Shemá Israel, la declaración de la unicidad de Dios, como una declaración de fe, el amar a Dios en primer lugar, por encima de todo, de eso hablemos, repitiéndoles y que sea lo más importante también para ellos.

No podemos ser pasivos, la fe es algo activo, Hilel, rabino del primer siglo de la época del segundo templo, incluso antes, decía que si se le enseñaba Torá al gentil habría menos antisemitismo en el mundo, o sea, si pudiéramos enseñarles Torá o los principios de la torá, los diez Mandamientos, el amar a Dios, etc., sería definitivamente un mundo mejor, si la gente escuchara, aprendiera de esto, si hubiera quien enseñe, como dice el apóstol Pablo en la Carta a los Romanos:”¿cómo escucharán si no hay quien les predique?”, si no hay maestros que les enseñen? Dar este paso no es fácil, depende de muchos factores: lo económico, confiar en el Eterno, vivir por Fe, con una gran responsabilidad. 

Cuando el Mesías regrese se cumplirá este mandamiento en su totalidad y como dice la palabra, la tierra será llena del conocimiento del eterno como las aguas cubren la mar. Hasta que esto suceda, es necesario contar con maestros de la Tora, Imagínense si los gobernantes conocieron la torá, los presidentes, los alcaldes, la gente de eminencia, de poder conocieran la escritura, a lo mejor no la vivirían, pero al menos tendrían él conocimos. En Oseas 4:6, está escrito: 

“mi pueblo fue destruido porque le faltó conocimiento (Oseas 4:6 RV60)”.

Así que la ignorancia es una debilidad, la ignorancia es un riesgo muy grave que puede terminar con la destrucción del pueblo, no dice que no tuviera conocimiento, dice: le faltó, no llegó a ese punto. 

Conclusión:

Tomemos en serio el llamado a conocer a Dios, de conocer su voluntad, tomemos un libro de la Biblia o material que sea de sana doctrina, con constancia y cuando menos nos demos cuenta ya va a estar la palabra en nuestra mente, nuestro corazón y será fácil compartirla. Apliquémonos en estos padres, matrimonios, cada uno por sí mismo seamos responsables de aprender de La escritura para poder llevar la vida que Dios quiere que llevemos, conociendo su Palabra, sabremos su voluntad y podremos compartirla, logrando que de esa manera se vaya reafirmando todavía más. 

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