Mandamiento 494
No ofrendar animales defectuosos
No ofrendar sacrificios de animales que tengan defectos, aunque fuesen transitorios.
“No ofrecerás en sacrificio al Señor tu Dios, buey o cordero en el cual haya falta o alguna cosa mala, pues es abominación al Señor tu Dios.” (RV 60)
Análisis, Antecedentes y Significado del Mandamiento 494:
Encontramos el mandamiento número 494 en el libro de Deuteronomio, el último de los cinco libros de la Torá, específicamente en el capítulo 17. Este capítulo es particularmente interesante debido a la variedad de mandamientos que presenta. Dentro de los 365 mandamientos negativos, este corresponde al número 291.
El mandamiento establece: “No presentarás en sacrificio al Señor tu Dios ningún animal con defecto, pues ello sería una abominación para Él.” (Reina-Valera 1960)
Este precepto nos sitúa en el contexto de las normativas sobre las ofrendas en el Templo. Buscaremos comprender la ‘Kavana’, o intención espiritual, detrás del mandamiento, que refleja el estado de ánimo y la dedicación completa del corazón de un judío al orar o cumplir una mitzvá.
El propósito de este mandamiento trasciende su aplicación práctica en el Templo. Aunque el Templo ya no esté, los mandamientos de Dios permanecen vigentes, como Yeshua afirmó: “No he venido a abolirlos, sino a cumplirlos”, dándoles el sentido correcto.
Consideremos la importancia del control de calidad en todas las instituciones y empresas. Así como aspiramos a ofrecer lo mejor en nuestros negocios, el Templo, establecido por el Eterno, seguía un principio similar.
Los Levitas eran responsables de mantener un estándar de calidad en el servicio del Templo. En la actualidad, ciertos organismos dentro de la comunidad judía validan productos Kosher, asegurando su conformidad con las normas rabínicas.
El espíritu del mandamiento es claro: no debemos ofrecer a Dios algo defectuoso o en mal estado. Este principio se refleja en la historia de Caín y Abel, donde Abel ofrece lo mejor de su rebaño, mientras que Caín presenta frutos de la tierra sin la misma consideración.
Cuando compramos frutas o ropa, buscamos la mejor calidad para nosotros mismos. Del mismo modo, cuando asistimos a eventos, seleccionamos los mejores asientos disponibles. Si aplicamos este principio de buscar lo mejor para nosotros, ¿por qué no ofreceríamos lo mismo al Eterno?
El mensaje de este mandamiento es que HaShem no desea nuestras sobras; Él merece lo mejor. Este principio, establecido desde el jardín del Edén, es más que un mandamiento; es un principio de vida.
Si lo adoptamos, marcaremos una diferencia en cualquier entorno y glorificaremos al Eterno. Aquellos que siempre buscan ofrecer lo mejor de sí mismos son valorados y respetados en cualquier profesión.
Es crucial realizar una autoevaluación de cómo estamos viviendo y sirviendo al Eterno. ¿Lo hacemos con la mejor calidad posible? La calidad de nuestro servicio a Dios refleja nuestro compromiso y devoción.
Finalmente, cuando somos consumidores, esperamos recibir productos que cumplan con nuestras expectativas. De la misma manera, el Eterno instruyó a los Levitas a no aceptar animales defectuosos para el sacrificio. La historia de Ananías y Safira en Hechos 5:1-6 ilustra que una ofrenda incompleta es también una ofrenda defectuosa.
“Un hombre llamado Ananías, junto con su esposa Safira, vendió una propiedad. Sin embargo, retuvo parte del precio de venta, con el conocimiento de su esposa, y solo presentó una parte a los apóstoles.
Pedro le preguntó a Ananías por qué Satanás había llenado su corazón para mentir al Espíritu Santo y retener parte del precio de la propiedad. Afirmó que la propiedad era suya antes de venderla y que el dinero era suyo después de venderla.
“La Sinceridad ante el Eterno: Más Allá de las Apariencias”
Le preguntó por qué había concebido este acto en su corazón, ya que no había mentido a los hombres, sino a Dios. Al escuchar estas palabras, Ananías cayó y murió, lo que provocó un gran temor en todos los que lo escucharon.” (RV 60)
A primera vista, el castigo que recibe este hombre puede parecer muy severo. Sin embargo, Ananías intentó impresionar a los demás y aparentar dando una gran ofrenda. Pero Pedro, guiado por el Espíritu, le dijo: “Has retenido algo”, es decir, no estás dando todo y estás tratando de aparentar que sí lo estás haciendo.
Imaginemos esta situación en el Templo. Una persona llega con un animal grande y hermoso por fuera, pero sabes que tiene un defecto interno o escondido. Esto es mentir al Eterno, tratar de engañar al Eterno.
En una ocasión, mencioné que una persona que traía su diezmo lo daba con billetes falsos. Es ridículo y cierto, es absurdo actuar de esa manera.
Por eso Pedro le dice que no había necesidad de que diera esto, si vendías la propiedad, era tuya, nadie te la pidió. El problema aquí es que estás tratando de decirle a Dios: “Mira todo lo que te doy”, cuando en realidad sabes que no le estás dando todo.
Hay un dicho que dice: “A veces lo bueno es enemigo de lo mejor”, “Incluso mucho no puede ser suficiente cuando no lo estamos haciendo de manera íntegra”, cuando no somos honestos delante de Dios. Y Dios no quiere hipocresía, eso es lo que se hace en una religión, aparentar mostrándose como: “Mira lo que tengo para Dios”, o “Esto es todo lo que tengo para darte”, cuando no es así, cuando eso no es cierto.
Por lo tanto, no necesitamos actuar porque la hipocresía es una religión en sí misma que te lleva a tener una relación artificial con Dios. Y Dios simplemente quiere sinceridad. El Eterno también sabe cuándo podemos dar lo mejor de nosotros y no se lo estamos dando.
“Ofrendas desde el Corazón: Más que un Deber, un Privilegio”
Vamos a otro ejemplo, lo que dice en Malaquías 1:12-14, cuando ya lejos de hacer ofrendas que realmente fueran entregadas con el corazón; recordemos que Dios ama al dador alegre; ya se hacían de manera mecánica y sin realmente hacerlo de corazón para el Señor.
“Y vosotros lo habéis profanado cuando decís: La mesa del Señor es inmunda, y cuando decís que su alimento es despreciable. Además, habéis dicho: ¡Oh, qué fastidio es esto! y me despreciáis, dice el Señor de los ejércitos; y trajisteis lo robado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda.
¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? dice el Señor. Maldito el que engaña, el que teniendo machos en su rebaño, promete, y sacrifica al Señor lo dañado. Porque yo soy Gran Rey, dice el Señor de los ejércitos, y mi nombre es temible entre las naciones.” (RV 60)
Fíjense en lo que expresa aquí el Eterno a través del profeta Malaquías, dice que no necesita nuestras ofrendas porque su Nombre es Temible entre las naciones, tiene siervos entre todas las naciones.
Si vas a traer, dice aquí, ¿cómo es posible que lo veas como un fastidio, cómo es posible que lo veas como un desperdicio y como un fastidio más bien dice el señor: “Me despreciáis”.
Veamos qué era lo que se llevaba en ese tiempo, dice: “trajisteis lo robado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda, pregunta el Señor: ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? Yo tendré que estar dispuesto a aceptar esto, cuando tienes la oportunidad de dar algo mucho mejor, eso tiene que ver con la avaricia, eso tiene que ver con la codicia que hay en nosotros, por eso dice:
“Maldito es el que engaña, el que tiene machos en su rebaño, él que tiene un montón, pero promete y a la hora de la hora le da lo que sabe que está defectuoso, qué tremenda puede ser la avaricia del hombre, que Dios bendice y prospera a alguien que aun estando en la prosperidad no queremos dar.
Como la persona que dice: “No diezmo, porque no tengo, no me alcanza, pero cuando tengo mucho se me hace mucho dar entonces tampoco termino dando completo”, es lamentable eso, pero todos tenemos la tendencia a ser así, tendemos a hacer lo fácil y lo menos.
“Estándares de Excelencia: Reflexiones sobre nuestro Servicio al Eterno”
Por eso pregunta el Señor: ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano? ¿Estaría bien que yo aceptara?, en decir está bien no importa si está defectuoso, pensemos porque no le llevas a tu jefe un informe incompleto; de algo que te pide; o a tu cliente le das un producto roto, a ver si no te reclama, o una camisa que esté con la manga rota o descociéndose, o un queso que ya está rancio, que esté agrio,
¿por qué no somos así con los demás?, porque sabemos que si no tendremos malas consecuencias, como que te denuncien por redes sociales, te van a tomar fotos y van hablar mal de tu negocio o hablar mal de ti y luego, ¿qué dirán? y todo se vendrá abajo porque al final hay un fin económico detrás de eso.
Te invito a que reflexionemos sobre esta actitud, aunque en esto no podemos ser vara de nadie, no podemos tampoco compararnos con los demás, como dice Romanos 14:4
“¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.” (RV 60)
Cada uno dará cuenta de sí mismo, no se trata de decir, es que ese o aquel no lo hacen bien, es un flojo mira yo llego temprano, yo hago, yo digo, no te compares, porque siempre va a ver uno que va ser menos y siempre va a ver uno que será más, cada uno tratemos de crecer en nuestro Servicio al Eterno, en lo que hagamos para Él y en lo que le damos a Él sí.
Esto también para cerrar con este mandamiento es una sombra, todas las ofrendas, todos los sacrificios son una sombra del sacrificio perfecto de Yeshua, del mesías, y si el sacrificio de Yeshua, no hubiera sido Perfecto entonces tú y yo no seríamos salvos.
Pero qué te parece que lo hubiese bajado el estándar y que hubiera dicho: “Si me voy a sacrificar, si me voy a morir en la cruz, pero yo creo que también quisiera hacer esto, también quisiera pecar en esto, quisiera caer en la tentación de esto”.
Tenemos que crecer y madurar en estos conceptos y como les digo si lo trasladamos al ámbito práctico en nuestro diario vivir, subiendo esos estándares vas a marcar una diferencia, que va a hacer que otros pregunten por qué eres así, por qué trabajas de esta manera. En Primera de Pedro 1:17
“Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa del Mesías, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros.” (RV 60)
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