No eliminar los síntomas de padecimiento de la lepra.

En cuanto a la plaga de la lepra, ten cuidado de observar diligentemente y hacer según todo lo que os enseñaren los sacerdotes levitas; según yo les he mandado, asi cuidaréis de hacer. (Deuteronomio 24:8 RV60)

Explicación del mandamiento:

Como toda enfermedad en el cuerpo humano siempre han sido notorios por los síntomas reflejados en uno. Y por supuesto, más allá de padecer alguna enfermedad, no debemos de olvidar que la causa misma está ligado a esa dimensión espiritual que no vemos, pero que se refleja a través de nuestras vidas y particularmente en este mandamiento en nuestro cuerpo. La lepra es un nombre que se aplica a varias enfermedades de la piel, y en los tiempos antiguos se le temía grandemente. Pues el cargar con este padecimiento reflejaba tu mala condición espiritual en la que te encontrabas y te exhibía públicamente, por lo cual no era de sorprenderse que muchos querían ocultar o disfrazar los síntomas por dichas razones y aún más porque no deseaban ser rechazados y mucho menos pasar el proceso de aislamiento, pues al sacerdote levita se encargaba diligentemente en observarla para tratarla y en uno estaba el no eliminar ocultando los síntomas de padecimiento de la lepra.

Introducción al mandamiento.

La Torá introduce el fenómeno que se manifestaba como una enfermedad milagrosa que en hebreo se llama tzaraat (infección cutánea que atacaba de manera inmediata y milagrosa a las personas en la piel, las vestimentas y las casas, con el fin de que el individuo reaccione frente a sus faltas espirituales) usualmente este término llamado tzaraat se ha mal traducido como “lepra” en las traducciones bíblicas al español, lo que hoy conocemos como enfermedad de Hansen, tal vez por tener similitudes solo en algunos síntomas en la piel con esta enfermedad tzaraat milagrosa. Pero definitivamente no es la misma enfermedad, puesto que esta enfermedad milagrosa tzaraat no solo atacaba la piel del cuerpo humano, sino que también atacaba las vestimentas y las casas hechas de material de construcción, cosa que la lepra no puede hacer, ¿Te imaginas una casa en la antigüedad hecha de piedra o como las actuales de concreto o cualquier otro material de construcción, que de repente a la pared o a cualquier objeto de tu casa se le manifiesten los síntomas de la lepra como erupciones, ampollas, úlceras, enrojecimiento como sale en la piel humana? Por supuesto que no. Y sobre todo la manera de tratar con el tzaraat es muy diferente a tratar con la lepra, por eso podemos concluir que realmente es una mala traducción que se le dio como lepra y no como realmente se llama: tzaraat.

¿Qué enseñanza nos quiere transmitir Adonai, respecto a dichas especificaciones en este mandamiento?

En el libro de Levítico capítulo 13 y 14 nos da más precisiones sobre el tzaraat (mal traducida lepra). En el capítulo 13 se comienza a tratar sobre la enfermedad: «Y habló el Señor a Moisés y Aaron diciendo…»; y en el texto que hemos consultado hay hasta 59 instrucciones sobre la enfermedad por tan magníficos observadores, y se agrega: «el cual, si viere tzaraat(“lepra”) en la piel con el vello mudado en color blanco», síntoma importante del vitíligo (enfermedad que provoca la pérdida de pigmentación de la piel en ciertas áreas). Y así sucesivamente siguen las indicaciones del Señor para que el presunto enfermo sea puesto a disposición del Sacerdote quien lo examinará y controlará, diríamos ahora, dos veces cada siete días para observar la evolución, y si las manchas persisten con el carácter de «hundidas o deprimidas» el individuo será declarado con tzaraat (“leproso”) y sometido al régimen severo destinado a «los inmundos».

Los que contraían esta enfermedad tzaraat (“lepra”) eran separados de sus familias y amigos y eran confinados a lugares alejados del campamento. Como los sacerdotes eran responsables de la salud del campamento, era su deber expulsar y redimir a los afectados por el tzaraat.

En la escritura se usa mucho la mención de esta enfermedad milagrosa tzaraat (“lepra”) como un castigo por causa de un pecado, ya que el pecado es algo destructivo a nuestra vida física y espiritual y nos conduce a la separación en nuestra relación principalmente con Dios y paralelamente con nuestro prójimo.  Algunos ejemplos:

En Números 12: 1-16. – Aquí notamos que más bien la tzaraat (“lepra”) la considera el Señor como un castigo sin dar mayores detalles en relación con la sintomatología, pues Miriam (maría) es castigada por haber hablado mal de Moisés. En esas condiciones, Miriam se vio cubierta de «lepra blanca como la nieve y fue echada del pueblo durante siete días» y sanó gracias a la intercesión de Moisés.

En 2 Reyes 5: 1-27. – se menciona que Eliseo, heredero del profeta Elías, curó a Naamán que era general de los ejércitos de Siria y un hombre de gran consideración, y que posteriormente afecto a Giezi el criado infiel que había cometido impostura. En este libro nuevamente se vuelve a mencionar la enfermedad como castigo.

En 2 Crónicas 26: 1-21. – Se menciona la lepra en la siguiente forma: el rey Uzías, tuvo ira contra los Sacerdotes y le brotó la lepra en su frente, y al mirarlo el sumo Sacerdote vio la lepra en su frente, y así el rey Uzías fue leproso hasta su muerte.

La evidencia que la persona tenía que mostrar precisamente que era alguien tzaraat (“leproso”) es que de acuerdo con lo que dice 

todos los que tengan llagas de tzaraat (lepra) usarán vestiduras rasgadas y pelo suelto, cubrirán su labio superior y gritarán: ¡Inmundo! ¡Inmundo! Por el tiempo que tenga las llagas, estará inmundo; puesto que es inmundo, vivirá aislado; vivirá fuera del campamento. (Levítico 13:45).

¿Se imaginan todo el efecto que podía implicar en una persona vivir esa experiencia devastadora? Porque además no tenía la certeza de poder sanar. Entonces, de por sí, el aislamiento es una situación difícil. Como todos podemos recordar lo que mundialmente experimentamos con la pandemia del COVID nos da una pequeña noción de lo que significaría para una persona leprosa vivir de esa manera; sin poder abrazar a tus hijos, sin poder estar junto a tu familia, seres queridos, esposa, igual afectaba a la familia porque si el esposo estaba en esta situación, pues no podía trabajar. Al menos hoy día un aislamiento podría soportarlo una persona con tantos medios de comunicación usando línea telefónica, internet, videollamadas, etc. Para poder escuchar y ver a sus seres queridos, al menos por medio de un dispositivo y saber cómo se encontraban, pero en aquel tiempo no era así.

Todas estas circunstancias afectaban a la persona física y emocionalmente con tzaraat (“lepra”) a eso sumámosle que tenía que mostrarse públicamente usando su ropa rasgada, pelo suelto, boca cubierta, y gritando ¡inmundo! En su zona donde se encontrara aislado.

¿Por qué no eliminar los síntomas?

Ahora, en la biblia el mandamiento lo que ordena es no eliminar los síntomas de padecimientos de la lepra, pero ¿Por qué?

Porque si alguno cubría su tzaraat (“lepra”) eliminando visiblemente su evidencia que era tzaraat (“leproso”) lo podían matar, pues no estaba cumpliendo con los mandamientos referentes a este padecimiento, ya que el aislamiento era la regla principal para evitar absolutamente todo tipo de contacto, ya que podía propagar rápidamente la enfermedad entre las personas en el campamento y volverlo inmundo

La idea de este mandamiento de no ocultar estos síntomas es poder detectar cualquier síntoma en una persona con algún padecimiento para evitar la propagación y evitar los contagios, pero, también sabemos por supuesto, que detrás de esto hay una gran lección espiritual. Y la lección más grande con esto de la tzaraat (“lepra”) en uno era hacer arrepentimiento de todo lo que hubiese cometido mal ante los ojos de Dios y asi pedir perdón de todo corazón, pues nuestra mala condición física refleja nuestra condición espiritual. Y este aislamiento vaya que si era la mejor oportunidad para reflexionar en la soledad con Dios sobre dicha maldad que hubiésemos cometido. Y que nos enferma y lástima física y espiritualmente no solo a uno mismo, sino también a nuestros seres queridos y el entorno donde vivimos, tal cual como se presenta con la tzaraat (“lepra”). 

Dios nos conoce íntimamente y él sabe cuando no estamos en un buen estado espiritual internamente y sabe lo que hemos hecho y lo que padecemos a causa de eso. Y nos manda a no ocultarlo o no disfrazar nuestro padecimiento espiritual delante de Él por las consecuencias mismas. Este tipo de mandamiento es un llamado a la conciencia a la persona enferma a causa de las consecuencias de su maldad por muy difícil que sea su vida y situación. Todos de alguna u otra manera tratamos de ocultar síntomas de padecimientos por pena, rechazo, orgullo, etc. Pero a Dios no podemos ocultarle nada y debemos acudir a él inmediatamente cuando sintamos síntomas del tzaraat espiritual (“lepra espiritual”) en nuestra vida. Y Dios sabe que hay padecimientos en nuestra alma y en nuestro espíritu y mayormente tratamos de taparlos y fingir que no nos damos cuenta, que no sabemos lo que sucede, cuando en nuestra conciencia sabemos que sí.

Conclusión.

Tenemos que acercarnos a Dios para poder ser sanados y restaurados, existe la costumbre en uno mismo responder cuando te pregunta ¿Cómo estás? Y la regla general es responder ¡estoy bien!  Y muchas veces no es eso y sabemos que no estamos bien y lo ocultamos, y de una manera este mandamiento nos dice que no ocultemos nada a los demás ni mucho a nuestro Padre en los cielos que lo sabe todo y lo entiende y aún más que desea ayudarnos por las consecuencias que genera el no estar bien a causa del pecado, porque tarde o temprano el estar ocultando nuestros síntomas y lo que estamos padeciendo saldrá a la luz. En cambio, cuando nos declaramos enfermos, reconociendo nuestra situación espiritual como los enfermos en aquel tiempo, delante de Dios, ahora tenemos la oportunidad de que nuestro Padre nos ayude a terminar con las consecuencias de nuestros actos y ser restaurados como al principio. No esperemos que sea demasiado tarde para poder acudir a con Dios lo que Él mismo está viendo y nosotros sabemos que estamos mal, no ocultemos nada y reconozcamos que necesitamos de Él para así recibir nuestro proceso de restauración en nuestra vida espiritual y estar sanos delante de Dios reconociendo que nos basta solo su ayuda y nada más.

 

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“El que recibe enseñanza en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo enseña”

Gálatas 6:6 (RVC)



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