¿POR QUÉ MOISÉS NO ENTRÓ A LA TIERRA PROMETIDA?
Una pregunta que seguramente nos hemos hecho al leer los libros de la Ley (Torá), al llegar al relato donde Dios le dice a Moisés que no entraría. Por lo menos para mí, de manera personal, ha sido una pregunta muy importante; mi vida ha sido muy enriquecida al estudiar esta respuesta, porque honestamente a mí si me conflictúa como creyente, después de haber estudiado verso a verso en la Torá la vida que llevó Moisés: ¡Una vida extraordinaria en todos los sentidos! Desde el momento de su concepción, la época que le tocó vivir de opresión y persecución. La famosa historia de cuando lo depositan en el río, cómo sobrevive a este momento. Su llegada al palacio de una manera, en la que por supuesto Dios va guiando. Cuando “Diosidencialmente” se convierte en un príncipe de Egipto. ¿Quién iba a imaginar que la hija de Faraón era la mujer que habría de recoger y adoptar a este bebé? Y después al vivir, crecer y desarrollar su vida en el palacio, hay un despertar espiritual que forma parte de un misterio, ya que no se sabe en qué momento Moisés, se dio que cuenta o se enteró que era hebreo. De hecho, es una interrogante más para esta serie de Respuestas en la Biblia, pero no tengo la respuesta, ni puedo yo basarme para responder. Hasta en las películas hay diferentes planteamientos de cómo Moisés se enteró que era hebreo. Pero el punto es que hay un despertar espiritual en él que provoca un celo por la justicia y por su pueblo. Y hace justicia por su propia mano, ya que ésta era una prioridad para él. Luego viene este éxodo personal en el que huye por su vida y viene una transformación como pastor. Su carácter sin duda, Dios va moldeándolo y preparándolo para la misión más grande que cualquier ser humano, hasta ese momento hubiese podido concebir. No había nadie que hubiese sido mejor capacitado que él para esta misión. Y tampoco nadie había recibido una misión tan extraordinaria hasta ese momento. La forma en que él afronta la misión y encara a Faraón, la experiencia de las diez plagas y todos los milagros que recordamos como: la apertura del Mar Rojo, la vivencia del desierto, el maná, el agua sobre la roca, las muchas guerras que enfrentaron, la manifestación de Dios en el Sinaí, el regalo de la Torá (Matán Torá). Así como otras partes complicadas de soportar rebeldías y quejas del pueblo. Toda una vida de principio a fin: ¡Única!
Moisés vivió 120 años, pero creo que habrá sido la experiencia de un hombre de mil años. Por eso me conflictuaba: ¿Cómo un hombre con tanta humildad y mansedumbre, de pronto nos encontramos con la noticia de que no entraría? Y si hubiéramos podido hacer una apuesta de cuando el pueblo salió de Egipto -se estima que aproximadamente eran 3 millones de personas- sobre quiénes si iban a entrar a la tierra prometida, yo creo que las principales apuestas se las llevarían Arón, Miriam, Moisés, y sobre todo este último, es lógico y obvio ya que es el libertador. Se supondría que él tendría que entrar, por ello, es sorprendente que Moisés no haya entrado a la tierra de promesa.
PASAJES CLAVES SOBRE MOISÉS
Deuteronomio 34:1-8 “Subió Moisés de los campos de Moab al monte Nebo, a la cumbre del Pisga, que está enfrente de Jericó; y le mostró Jehová toda la tierra de Galaad hasta Dan, todo Neftalí, y la tierra de Efraín y de Manasés, toda la tierra de Judá hasta el mar occidental; el Neguev, y la llanura, la vega de Jericó, ciudad de las palmeras, hasta Zoar. Y le dijo Jehová: Esta es la tierra de que juré a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré. Te he permitido verla con tus ojos, mas no pasarás allá. Y murió allí Moisés siervo de Jehová, en la tierra de Moab, conforme al dicho de Jehová. Y lo enterró en el valle, en la tierra de Moab, enfrente de Bet-peor; y ninguno conoce el lugar de su sepultura hasta hoy. Era Moisés de edad de ciento veinte años cuando murió; sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor. Y lloraron los hijos de Israel a Moisés en los campos de Moab treinta días; y así se cumplieron los días del lloro y del luto de Moisés.” (RVR60). Así que aquí descartamos una posibilidad de por qué Moisés no entró a la tierra prometida: no fue por “viejito”, conforme a lo que dice el verso 7. Tampoco fue por estar cansado, pues no perdió su vigor. Estos versos son muy fuertes, pues por un lado puede ver la tierra que es el cumplimiento de la tierra de Abraham, Isaac y Jacob, como un momento único, pues no pondría en ella la planta de ninguno de sus pies: no vas a entrar le dijo Dios. Ni una uva, ni un higo de esa tierra pudo comer. La verdad es que a mí me da nostalgia al leer este pasaje y digo: ¡Dios, dale chance! Lo puedo entender de un montón de gente, pero de él: por favor, no seas así.
Vamos a leer las posibles causas que espero les sirvan de consuelo como a mí.
GOLPEAR LA ROCA: LA IRA
Hay muchas lecciones al estudiar la vida de Moisés, pero vamos a leer otro pasaje que pudo ser una de las opciones más conocidas de porqué Moisés no entró a la tierra prometida: Números 20:1-3 “Llegaron los hijos de Israel, toda la congregación, al desierto de Zin, en el mes primero, y acampó el pueblo en Cades; y allí murió María, y allí fue sepultada. Y porque no había agua para la congregación, se juntaron contra Moisés y Aarón. Y habló el pueblo contra Moisés, diciendo: ¡Ojalá hubiéramos muerto cuando perecieron nuestros hermanos delante de Jehová! ¿Por qué hiciste venir la congregación de Jehová a este desierto, para que muramos aquí nosotros y nuestras bestias? ¿Y por qué nos has hecho subir de Egipto, para traernos a este mal lugar? No es lugar de sementera, de higueras, de viñas ni de granadas; ni aun de agua para beber. Y se fueron Moisés y Aarón de delante de la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión, y se postraron sobre sus rostros; y la gloria de Jehová apareció sobre ellos. Y habló Jehová a Moisés, diciendo:
Toma la vara, y reúne la congregación, tú y Aarón tu hermano, y hablad a la peña a vista de ellos; y ella dará su agua, y les sacarás aguas de la peña, y darás de beber a la congregación y a sus bestias. Entonces Moisés tomó la vara de delante de Jehová, como él le mandó. Y reunieron Moisés y Aarón a la congregación delante de la peña, y les dijo: ¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña? Entonces alzó Moisés su mano y golpeó la peña con su vara dos veces; y salieron muchas aguas, y bebió la congregación, y sus bestias. Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado. Estas son las aguas de la rencilla, por las cuales contendieron los hijos de Israel con Jehová, y él se santificó en ellos.” (RVR60). Aquí vemos las quejas y quejas y más quejas del pueblo sobre Moisés. Y es muy interesante este punto ya que, las quejas de unos son las pruebas para otros. Y efectivamente este momento, era para probar a Moisés. Y yo siento que es una prueba muy difícil porque acaba de morir su hermana y el estado de ánimo de él, no era propiamente el mejor. Aunque hubiesen pasado algunos días del luto, me parece que aún su estado anímico habría estado alterado. Por algo, Dios nos pone quejosos o quejumbrosos junto o frente a nosotros.
Entonces, ¿qué es lo que hace Moisés? Algo muy conocido: Moisés se dejó llevar por la ira. Sabemos que tenía sangre Levita que es de armas tomar, como Simeón y Leví que hicieron una matanza de los varones de unos de estos pueblos cuando abusaron de su hermana Dina. Moisés era de carácter fuerte, ya había tenido un episodio cuando quiso hacer justicia por su propia mano para defender a un hebreo y también hay otras citas que dicen que Moisés se molestó. Pero lo que resalta evidentemente de estos pasajes y la diferencia de lo que Dios le dijo, a lo que él hizo fue que, en vez de hablarle a la peña, la golpeó. Dicen que las palabras pueden herir más que los golpes, pero aquí no aplica. Este golpe era algo que el Eterno no quería que sucediera. El comentarista judío Maimónides apoya esta idea de que un hombre de la envergadura espiritual de Moisés, al dejarse arrastrar por la cólera, de alguna manera insultara a Israel y se convirtiera en una profanación del Nombre del Eterno. Entonces cuando Moisés dice: ¡Oíd ahora rebeldes! Es la evidencia del enojo que él traía y de dejarse llevar por el momento. Y esa es la situación, cuando nos dejamos llevar por el enojo, vamos a decir o hacer cosas de las que nos vamos a arrepentir. Y siempre va a haber una consecuencia cuando actuamos sin pensar las cosas bien y cuando nos dejamos llevar por nuestros impulsos. Dice el dicho: “En lo que juzgas a otros, te condenas a ti mismo”. Les está diciendo Moisés: ¡Rebeldes! Pero él en su propia desobediencia está actuando de forma rebelde. Así que esta es una razón que marca el porqué Dios no le permite entrar y es una lección muy clara. La ira en muchos casos nos va a impedir acceder a ciertos lugares espirituales y ciertas promesas o bendiciones que Dios tenga para nosotros. Entonces tenemos que controlar nuestra ira y tenemos que aplicar lo que Pablo dijo a Timoteo: Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de poder, de amor y de dominio propio. Ese es el espíritu que mora en los creyentes: ser capaces de controlarse. Yo sé que Moisés era humano y tenía derecho y razón para enojarse. Yo creo que cualquiera de nosotros no hubiésemos golpeado la roca, a lo mejor hubiésemos golpeado a los que estaban ahí. Pero la vara con la que se le estaba midiendo a Moisés era muy alta porque era un hombre que tenía un llamado y un standard espiritual muy alto. Y esta es una lección muy fuerte para todos, no sólo para los que enseñamos la Palabra. Sino tú también vas a estar en un nivel espiritual más alto que la mayoría de las personas que están allá afuera. Así que el cómo tú representas a Dios, cómo te comportas, cómo manejas la ira y el enojo, pueden marcar una gran diferencia, tanto para ti como testimonio para los demás.
OTRA RAZÓN: LA SANTIFICACIÓN
Vamos a leer Números 27:12-18 “Jehová dijo a Moisés: Sube a este monte Abarim, y verás la tierra que he dado a los hijos de Israel. Y después que la hayas visto, tú también serás reunido a tu pueblo, como fue reunido tu hermano Aarón.
Pues fuisteis rebeldes a mi mandato en el desierto de Zin, en la rencilla de la congregación, no santificándome en las aguas a ojos de ellos. Estas son las aguas de la rencilla de Cades en el desierto de Zin. Entonces respondió Moisés a Jehová, diciendo: Ponga Jehová, Dios de los espíritus de toda carne, un varón sobre la congregación, que salga delante de ellos y que, entre delante de ellos, que los saque y los introduzca, para que la congregación de Jehová no sea como ovejas sin pastor. Y Jehová dijo a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun, varón en el cual hay espíritu, y pondrás tu mano sobre él;” (RVR60). Aquí una vez más se reitera la causa y el veredicto de Dios por este incidente que sucedió. Y de verdad, entre paréntesis, es notable el corazón de Moisés, que aun en estas circunstancias, cuando se le dice que él no va a entrar, se preocupa hasta el último instante por su pueblo. No se puso a llorar o a reclamar, sino que se preocupa por quién va a seguir el liderazgo para el pueblo y dice a Dios: No los dejes como ovejas sin pastor, trae a alguien que los pueda guiar. Es realmente loable su actitud una vez más. Aquí el punto interesante es lo que Dios le dice: que no lo santificó en las aguas ante los ojos de ellos. Y la rebeldía a la Palabra de Dios es otra forma en que se manifiesta la falta de santificación. Una persona rebelde no puede estar asociada a la santidad. Una persona que vive en rebeldía no puede considerar que lleva una vida santa o que es ejemplo de santidad o que está santificando el Nombre de Dios. A veces, la rebeldía no es una cuestión como la que vemos aquí: los golpes, sino es en nuestro interior cuando no queremos guardar la Palabra, no queremos sujetarnos o no queremos obedecer. Así difícilmente Dios será santificado a los ojos de las personas.
Otro comentarista judío: Nahmánides, dice que la clave está en la frase: ¿Os hemos de hacer salir las aguas? Como si Moisés y Aarón lo fueran a hacer. ¿Qué debieron de haber dicho? Dios hará que salgan las aguas y les dará de beber. En su enojo, Moisés no manifestó que sería Dios quien lo haría, sino que sería él, que dependería de él. Y cuando nos proclamamos las obras de Dios como nuestras, significa que no estamos dando lugar a Dios y es el hombre quien se lleva la Gloria y no Dios. Y dice Dios que no quiere compartir su Gloria con nadie. Qué detalle tan importante es esto: si tú y yo no damos le damos la Gloria a Dios de nuestras acciones y hacemos creer a la gente que somos nosotros, no le estamos santificando. Y no permitimos que Dios se santifique a los ojos del pueblo. Nos estamos robando la Gloria de Dios. A lo mejor en este caso dijo Moisés: de una entre tantas, a lo mejor no pasa nada, pero Dios no se la pasó por alto.
UN APRENDIZAJE MÁS: DAYEINU
Por un lado, la ira, la cólera, dejarse llevar por el enojo, por el otro, no santificar el nombre del Eterno. Pero hay un elemento más y lo encontramos en Deuteronomio 3:23-28 “Y oré a Jehová en aquel tiempo, diciendo: Señor Jehová, tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza, y tu mano poderosa; porque ¿qué dios hay en el cielo ni en la tierra que haga obras y proezas como las tuyas? Pase yo, te ruego, y vea aquella tierra buena que está más allá del Jordán, aquel buen monte, y el Líbano. Pero Jehová se había enojado contra mí a causa de vosotros, por lo cual no me escuchó; y me dijo Jehová: Basta, no me hables más de este asunto. Sube a la cumbre del Pisga y alza tus ojos al oeste, y al norte, y al sur, y al este, y mira con tus propios ojos; porque no pasarás el Jordán. Y manda a Josué, y anímalo, y fortalécelo; porque él ha de pasar delante de este pueblo, y él les hará heredar la tierra que verás.” (RVR60). Aquí más avanzados los años y la vida de Moisés, porque Deuteronomio es prácticamente un libro que es un como un recuento de todo lo que había sucedido y como una repetición de la Torá: es el último discurso de Moisés, además. Y vemos un intento de su parte de que Dios le diera la oportunidad de pasar a observar aquella tierra prometida. Pero Dios le dice: ¡No! De manera muy tajante. ¿Qué lección se aprende de esto también? Dos cosas. Por un lado, cuando Dios dice No, es No y no hay más. El apóstol Pablo se enfrentó a una situación en la que él quería que Dios le quitara algo que él describe como un aguijón en la carne. Tres veces se lo pidió y la respuesta de Dios fue: ¡Bástate de mi gracia! Mi poder se perfecciona en la debilidad. Debe de ser suficiente.
En la fiesta de Pesaj (Panes sin levadura) hay una costumbre de cantar una melodía que se conoce como: Dayeinu (sería suficiente) o con esto me conformaría en pocas palabras. La idea de este canto es reflexionar en todo lo que Dios nos ha dado, pero si no nos hubiera dado algo de eso, debemos aprender a decir: Dayeinu, es decir, esto es suficiente.
Es muy buena reflexión de vida, por ejemplo, pensar: hoy tengo casa, pero no tengo carro y es suficiente. Ya que siempre creemos que nos faltan elementos en nuestra vida, pero a través de este concepto llamado Dayeinu, agradecemos y decimos: Señor es suficiente, realmente tú no tendrías por qué darme más. Y es cierto, porque no merecemos nada. Lo que sí merecíamos más bien, es vivir separados de Él y ser arrojados al lago de fuego. Eso es lo que merecerían nuestros actos, si se aplicara la justicia tal cual. Porque a veces, Dios dice No y no lo vamos a hacer cambiar de opinión, así que lo que nos queda es tomarlo con madurez como lo hizo Moisés y además anima a Josué a cumplir con su misión. Digirió esta negativa y se dijo: esto es suficiente.
Fue un pasaje triste y muy fuerte pero también hay una verdad implícita en estos pasajes cuando Dios le dice a Moisés: toma la vara, habla a la peña y ella dará su agua. La vara había sido objeto de milagros y proezas. Pues con la vara el agua se convirtió en sangre, con la vara se abrió el Mar Rojo, con la misma vara en Éxodo 17 se describe que golpea la peña y sale agua, pero ahora la indicación era con la Palabra. La instrucción era: ¡Háblale! ¿Qué nos enseña esto? La vara debía de abrirle campo a la Palabra como el medio de comunicación y santidad, la cual el pueblo debería de seguir al pie de la letra. Es decir, mientras más Palabra haya, menos necesidad habrá de usar la vara. Porque la vara representa esos milagros y hay personas que sólo quieren ver milagros y la respuesta a ello es: Aquí está la Palabra. Como la historia de aquel hombre rico y Lázaro que quiere que Lázaro se manifieste a los que estaban vivos. A lo que éste responde: No, a Moisés y a los profetas tienen. Pero el rico dijo: es que no les van a creer. Pero si va uno que estuvo muerto y se les aparece, después que se les quite el susto, van a empezar a creer. Dijo Lázaro: No. Porque si no creen en Moisés, aunque se les aparezca algún muerto, ni así se van a convertir. No es por milagros que nuestra fe va a permanecer, sino por medio del sustento de la Palabra y de obedecerla. Aunque no lo parezca, este pasaje nos muestra lo mismo. Dios ya no quería que el pueblo dependiera de la vara (objeto) y de los milagros, sino más bien en la Palabra del Eterno, ya que en ella se manifiesta Él mismo.
OTROS RESPONSABLES
También tenemos que decir la realidad de lo que está en la Palabra respecto de la responsabilidad compartida de que Moisés no entrara. Leamos el Salmo 106:32-33 “También le irritaron en las aguas de Meriba; Y le fue mal a Moisés por causa de ellos, Porque hicieron rebelar a su espíritu, Y habló precipitadamente con sus labios.” (RVR60). Este Salmo es como un recuento de todas las rebeldías del pueblo de Israel. Particularmente podemos decir que fue Moisés, pero también las tantas quejas del pueblo. Porque cuando nos pasamos el tiempo quejándonos y hablando lashón hará (lengua del mal), pues también vas a propiciar que otra persona tropiece. Y en ese tropiezo, para esa persona, las consecuencias son más graves. Por eso Pedro también insta a los congregantes y les dice: No sean rebeldes para con sus Pastores, pues ellos velan por sus almas. No sea que ellos lleguen al punto en que se harten de las ovejas.
¿ACASO MOISÉS, NO ENTRÓ EN EL OLAM HABA (MUNDO POR VENIR)?
Porque si no entró en la tierra prometida y sabemos que la tierra prometida es una forma de entender la Presencia de Dios o la vida Eterna, ¿habrá entrado Moisés en el Olam Haba? La evidencia apunta a que sí en Mateo 17:1-4 “Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.” (RVR60). Aquí pensó Pedro que ya llegaba el reino de los cielos y que se estaba estableciendo y quienes estaban en la inauguración eran Moisés y Elías. Así que, si Moisés no hubiese pasado esta prueba y no hubiese sido justificado delante del Eterno, a pesar de esta falla, no podría haber estado junto a Yeshua y con Elías. Este pasaje nos presenta un desafío porque Dios dijo que no iba a entrar a la tierra prometida terrenal, pero aquí se apareció y nos confirma que sí entró a la tierra prometida celestial.
OTRA LECCIÓN: NO POR OBRAS
Esta es otra razón poderosa, por la cual Dios le dijo a Moisés que no entraría. Había sido un gran siervo, el hombre más manso de toda la tierra, has llevado una vida extraordinaria, pero no por esta razón. Porque Moisés representa ciertamente la Torá (la Ley de Moisés) y la tierra prometida representa la vida Eterna. ¿Qué nos enseña que Moisés no haya tomado posesión de ella? Que no sería por obras de la Torá. Que no sería por guardar los mandamientos lo que nos va a introducir a la tierra prometida y a la vida eterna. Sino nuestra confianza puesta en Yeshua. Es por eso, que quien sí los introduce a la buena tierra es un hombre llamado Yehoshua (Josué). Entonces no hay casualidades y yo creo que todo tiene un simbolismo y un mensaje. El hecho que Moisés no haya entrado no solamente es porque Dios dijo: No, sino que dice no, para que esto apuntara a un mensaje para todos nosotros: Que no es por obras como dice en Efesios 2:8-9 “Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe y esto no es de ustedes, pues es un regalo de Dios. No por obras para que nadie se gloríe”. La Torá tiene un lugar y un gran valor en la vida del creyente porque es lo que nos edifica y construye y Yeshua no vino a abrogar la ley, pero no podemos pensar que guardando la Torá nos vamos a ir al cielo. Ese no es el boleto al cielo. Guardar la Torá es un resultado y consecuencia de haber entendido la gracia y la salvación. Entonces es una lección muy fuerte. Moisés dijo: ¿Nada más por esta lección no entraré? Pues así fue.
CUMPLIENDO LA MISIÓN
Éxodo 15:17 “Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad, En el lugar de tu morada, que tú has preparado, Oh Jehová, En el santuario que tus manos, oh Jehová, han afirmado.” (RVR60). Si leemos tal cual este pasaje el mismo Moisés le dice al Eterno: Tú los introducirás, no voy a ser yo, ni mi mano. Y eso es lo relevante: que iba a ser el Eterno quien introduciría al pueblo, no Moisés. Por otro lado, esto nos muestra que Moisés tenía una misión; así como nosotros tenemos una misión por cumplir en esta vida y lo queramos o no, una vez que la hayamos cumplido tendremos que partir con el Eterno. ¿Cuál era la misión más importante de Moisés? Sacar al pueblo de Egipto y guiarlo a través del desierto. Esa fue su misión principal, así como escribir la Torá. La misión de introducirlos en la tierra prometida y establecerlos, simplemente sería de otra persona, con diferentes características, otras virtudes y cualidades para esa misión en particular. Así que no entrar a la tierra prometida no era un fracaso, al contrario, me parece que Moisés cumplió con creces la misión que Dios le dio. Llevarlos a la libertad, sacarlos de la esclavitud. Cada uno podemos ser muy buenos en algo y podremos ser usados por Dios en eso para una misión, pero debemos reconocer que tampoco podemos hacerlo todo. Al final lo importante es que todos seamos parte de un equipo y que Dios se manifieste y haga su voluntad en todos. Y debemos alegrarnos de que otros puedan hacer lo que nosotros no podemos. Tú preocúpate de la misión que Dios te da y por cumplirla día a día. Como hoy que Dios está llamando a su pueblo a salir de entre todas las naciones y ese es un llamado que todos debemos de atender y compartir.
Yo creo entonces, que Moisés no entró a la tierra prometida porque hasta ahí llegó su límite, hasta ahí llegaron su función y su misión. Esto es como en la vida real, digamos en una empresa, una persona debe de respetar los límites de sus funciones para no generar un conflicto. De la misma manera, yo considero que la misión que Dios tenía para introducir a los hijos de Israel simplemente estaba dada a otro hombre con virtudes diferentes a las de Moisés. Josué era diferente a Moisés y esas diferencias Dios las usaría para poderlos introducir.
De la misma manera, Dios no nos permite hacer todo ni podemos alcanzar a todos. Yo esto lo tengo muy presente como Congregación, porque a veces en el Ministerio las personas se enfocan mucho en los números y en la cantidad de personas. Cuando simplemente Dios nos llamó a pastorear a cierto número de personas. Y no debemos de verlo como algo pequeño o insignificante. Más bien preocuparnos que sea cual sea la misión, es una misión divina que debemos de cumplir.
NO ENTRÓ, PERO NO SE FUE TRISTE
Deuteronomio 34:1-5 “Subió Moisés de los campos de Moab al monte Nebo, a la cumbre del Pisga, que está enfrente de Jericó; y le mostró Jehová toda la tierra de Galaad hasta Dan, todo Neftalí, y la tierra de Efraín y de Manasés, toda la tierra de Judá hasta el mar occidental; el Neguev, y la llanura, la vega de Jericó, ciudad de las palmeras, hasta Zoar. Y le dijo Jehová: Esta es la tierra de que juré a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré. Te he permitido verla con tus ojos, mas no pasarás allá. Y murió allí Moisés siervo de Jehová, en la tierra de Moab, conforme al dicho de Jehová. Y lo enterró en el valle, en la tierra de Moab, enfrente de Bet-peor; y ninguno conoce el lugar de su sepultura hasta hoy. Era Moisés de edad de ciento veinte años cuando murió; sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor.” (RVR60). El estado de salud de Moisés era tan aceptable que podemos pensar que Dios hizo algo sobrenatural en él. Recordemos que Moisés tuvo visiones y en especial sobre los objetos del tabernáculo. Moisés vio la Gloria por venir y yo considero que por eso no se va triste. Porque cualquier tierra, así sea la tierra de Israel, por muy hermosa que sea, es poca cosa comparada con la Gloria Celestial. Ningún lugar es perfecto, aunque lo consideremos lo mejor del mundo. La mejor tierra y el mejor lugar siempre van a estar en la Presencia de Dios.
Por eso Pablo tuvo una disyuntiva y se sintió en una encrucijada cuando dijo: si estoy aquí en la tierra, hay que servir al Señor y eso me satisface. Pero si se trata de escoger cuál es mejor: para mí el morir es ganancia. Si nosotros tuviéramos una visión del Olam Haba, cualquier lugar se nos haría de poco interés. Pensando en nuestro mayor anhelo, no debiera ser ver regresar al Mesías, sino ser parte de su reino. Y por supuesto, que en ese reino está Moisés. Aún a punto de morir, y contemplar los campos de la tierra de promesa, creo que Moisés aprendió una última lección y nosotros también: nuestra ciudadanía no es de aquí, la mejor tierra que podamos habitar no está en este mundo. Y el gozo de haber completado su misión, lo debió hacer partir satisfecho. Ya le tocará a Moisés en la verdadera resurrección entrar en la Tierra Prometida, la tierra de Abraham, Isaac y Jacob, pero ya con las verdaderas condiciones que realmente anhelaba vivir.
Escribe un comentario