La Torá, una ketuba para Israel
En la cultura hebrea un contrato matrimonial es conocido como Ketubá, en ella el novio considerado a partir de ese momento como esposo, ponía por escrito su compromiso con la novia, sus promesas y aquellos aspectos sobre los cuales él habría de cumplir una vez que vivieran juntos. Por su parte la novia al aceptar la Ketubá, se comprometía a honrarle, obedecerle y santificarse para él. (¿Empieza a tener sentido la comparación con la Torá?)
El contrato matrimonial en tiempos bíblicos y aún hoy en día es un documento legal que protege a la mujer, la resguarda en caso de que el esposo falte a sus compromisos y asegura un bienestar para los hijos, además de ser una carga moral para el esposo en caso de que llegara a pensar en incumplir la parte de su pacto.
En otras palabras, un contrato matrimonial es un sinónimo de bendición, de formalidad del amor del hombre hacia la mujer.
Cuántos varones no dicen amar a sus parejas, pero a la hora de pensar en un compromiso mayor, respaldado por un contrato matrimonial,simplemente desaparecen. La Torá o Ley es un prototipo de dicho contrato matrimonial, de acuerdo a Jer. 2:1-3:
2:1 Vino a mí palabra de Jehová, diciendo:
2:2 Anda y clama a los oídos de Jerusalén, diciendo: Así dice Jehová: Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada.
2:3 Santo era Israel a Jehová, primicias de sus nuevos frutos. Todos los que le devoraban eran culpables; mal venía sobre ellos, dice Jehová.
Dios entregó a su pueblo una ketuba en el monte Sinaí, fue un contrato formal en el que se comprometía a ser su Dios, a protegerle, guardarle y preparar una habitación para él. La historia nos dice que el pueblo falló a la parte de su pacto al adorar el becerro de oro, aún así Dios es fiel aunque nosotros no lo seamos y mandó a su Hijo a renovar dicho contrato para que en un futuro muy cercano podamos consumar la boda y morar por siempre con Él.
En esto aprendemos que el Eterno todo lo hace a través de pactos, y dada la formalidad de este momento, Él mismo lo firmo (escritas con el dedo de Dios – Ex. 31:18) sin intermediarios o mediadores, tal y como una boda lo requiere.
Es por todo lo anterior que no podemos considerar la Tora o Ley dada a Moisés como abrogada, ya que es justamente el único documento que avala nuestra relación formal con Él, que consolida la salida de Israel de la tierra de Egipto y nos da un ejemplo muy claro para nuestros días: el amor tiene que formalizarse por medio de un pacto.