¿LOS HIJOS PAGAN POR LOS PECADOS DE LOS PADRES?
La pregunta como tal, completa, era más bien: ¿Por qué, en algunas partes de la Escritura, se dice que los hijos pagarán por los pecados de los padres y en otros pasajes, la Palabra dice que los hijos no pagarán por los pecados de los padres? Esa era la pregunta original, pero aquí la resumimos así. Y la idea es esa, ¿les toca a los hijos pagar por los pecados de los padres? Es una pregunta fuerte, que hay que considerar, pues es un tema muy relevante.
LA MALDAD DE LOS PADRES HACIA LOS HIJOS
Vamos a leer unos pasajes que apoyan la primera idea de que, efectivamente a los hijos, les toca pagar por los pecados de los padres.
Leamos Éxodo 34:6-7:
“Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación”. (Éxodo 34:6-7 RVR60).
Aquí dice que visita la maldad de los padres sobre los hijos y nietos. Ahora vamos a leer Números 14:18:
“Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable; que visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta los terceros y hasta los cuartos”. (Números 14:18 RVR60).
Como diciendo que esto trascenderá de generación en generación y que no se quedará nada más ahí.
Estos eran pasajes sumamente conocidos, tanto que, al parecer, los discípulos de Yeshua tienen esta misma idea de que los pecados son intergeneracionales o que, al menos, el ojo de Dios está sobre el resto de las generaciones por el pecado de los padres. Vamos al evangelio de Juan 9:1-2:
“Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” (Juan 9:1-2 RVR60).
Así que la idea que expresan aquí los discípulos no era en vano y tenían argumentos bíblicos para hacer esta pregunta. Para ellos, el ciego no había nacido así por casualidad, alguno de sus padres tenía que haber pecado, ya que su ceguera no fue posterior. Así que, en su entendimiento, aquí tenemos un hijo, llevando el pecado de sus padres.
Esta es la idea que les comento y que, seguramente, ya existía bastante afirmada en los días de Yeshua, de que los hijos tenían qué pagar por los pecados de los padres. Por ello, lo ponen en evidencia. Sin embargo, Yeshua les contesta sabiamente diciendo: No, no es que este haya pecado o sus padres, sino que esto es una oportunidad para que las obras de Dios se manifiesten en él. Y no lo pueden relacionar con estos pasajes anteriores que ya leímos de la Escritura en Éxodo y Números. Entonces, deja una vez más abierta la pregunta: ¿Qué pasó?
DIOS JUZGA A CADA UNO
Vamos a leer un pasaje que nos va a ayudar a entenderlo de una manera mucho más clara.
Leamos al profeta Ezequiel 18:1-2:
“Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿Qué pensáis vosotros, los que usáis este refrán sobre la tierra de Israel, que dice: Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera? Vivo yo, dice Jehová el Señor, que nunca más tendréis por qué usar este refrán en Israel. He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá. Y el hombre que fuere justo, e hiciere según el derecho y la justicia; que no comiere sobre los montes, ni alzare sus ojos a los ídolos de la casa de Israel, ni violare la mujer de su prójimo, ni se llegare a la mujer menstruosa, ni oprimiere a ninguno; que al deudor devolviere su prenda, que no cometiere robo, y que diere de su pan al hambriento y cubriere al desnudo con vestido, que no prestare a interés ni tomare usura; que de la maldad retrajere su mano, e hiciere juicio verdadero entre hombre y hombre, en mis ordenanzas caminare, y guardare mis decretos para hacer rectamente, éste es justo; éste vivirá, dice Jehová el Señor. Mas si engendrare hijo ladrón, derramador de sangre, o que haga alguna cosa de estas, y que no haga las otras, sino que comiere sobre los montes, o violare la mujer de su prójimo, al pobre y menesteroso oprimiere, cometiere robos, no devolviere la prenda, o alzare sus ojos a los ídolos e hiciere abominación, prestare a interés y tomare usura; ¿vivirá éste? No vivirá. Todas estas abominaciones hizo; de cierto morirá, su sangre será sobre él. Pero si éste engendrare hijo, el cual viere todos los pecados que su padre hizo, y viéndolos no hiciere según ellos; no comiere sobre los montes, ni alzare sus ojos a los ídolos de la casa de Israel; la mujer de su prójimo no violare, ni oprimiere a nadie, la prenda no retuviere, ni cometiere robos; al hambriento diere de su pan, y cubriere con vestido al desnudo; apartare su mano del pobre, interés y usura no recibiere; guardare mis decretos y anduviere en mis ordenanzas; éste no morirá por la maldad de su padre; de cierto vivirá. Su padre, por cuanto hizo agravio, despojó violentamente al hermano, e hizo en medio de su pueblo lo que no es bueno, he aquí que él morirá por su maldad. Y si dijereis: ¿Por qué el hijo no llevará el pecado de su padre? Porque el hijo hizo según el derecho y la justicia, guardó todos mis estatutos y los cumplió, de cierto vivirá. El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él”. (Ezequiel 18:1-2 RVR60).
Como vemos, Dios va a juzgar a cada uno, no porque el padre haya sido malo, va a juzgar al hijo con esa lente, ni viceversa. No porque el padre haya sido un justo, quiere decir que el Padre va a juzgar automáticamente al hijo como justo.
Veamos otro pasaje en Deuteronomio 24:16:
“Los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por los padres; cada uno morirá por su pecado”. (Deuteronomio 24:16 RVR60).
Aquí dice prácticamente lo mismo: Cada uno morirá por su pecado. Ni uno puede exentar al otro, ni el uno puede hacer condenar al otro.
Vamos a leer lo que dice la carta a los Romanos 14:12:
“De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí”. (Romanos 14:12 RVR60).
Para cerrar esta idea de que Dios NO va a juzgar a los hijos por los pecados de los padres, ni les va a agraviar en condenación a los hijos por los pecados de los padres, es decir, a los descendientes. El día que estemos delante de Dios, cara a cara, no va a estar ahí ni nuestro padre, ni nuestra madre, ni nuestro pastor o rabino. Estaremos delante de Él, únicamente nosotros y nuestras obras.
Entonces, ¿qué pasa con esos otros versículos que hemos leído y que tienen la idea de que Dios va a visitar esa maldad?
ENTONCES, ¿QUÉ ES LO QUE “SI PAGAN” LOS HIJOS?
¿Qué es lo que sí podemos considerar que los hijos pagarán en cuanto a los pecados de los padres? Y esto, es efectivamente muy claro y es inevitable, y son: las consecuencias de los pecados o las consecuencias de las malas decisiones que hayan tomado los padres. En ese sentido, eso es lo que los hijos sí cargan y si lo pagan al llevar las consecuencias. ¿Por qué esto es así en la Escritura? Está más que comprobado que solemos repetir patrones, solemos seguir los mismos hábitos y costumbres de los padres. Aun cuando no lo queramos, muchas veces, inconscientemente, estamos repitiendo los mismos patrones, ideas y pensamientos. No necesariamente está mal, porque es algo natural. Hay algunos que comentan que esto se da hasta por genética, pues hay niños que no conocieron a sus padres, pero aún así tienen hábitos similares. Algunos médicos comentan que no, que no hay ninguna predisposición genética, sino que lo que más bien heredamos son los hábitos, las costumbres del tipo alimenticio o de estilo de vida que nos provocarán los mismos padecimientos o enfermedades. Son los efectos de estos hábitos, de estos patrones de pensamientos y acciones, los que van a repercutir poderosamente, de generación en generación. Entonces, no es que se herede el pecado, sino los hábitos, la manera de vivir y, con ello, todo lo que eso implica. Hasta que viene alguien que decide romper con esa ruta y camino y, entonces, ya no va a heredar las maldiciones de esas situaciones.
Entonces, los efectos del pecado, si afectan a las siguientes generaciones, eso está muy claro. Y no es que los hijos paguen por los pecados de los padres. Lo que termina sucediendo, es que los hijos finalmente pagan, son los efectos del pecado o las decisiones de los padres. Como ejemplo, vamos a leer Lamentaciones 5:6-7:
“Al egipcio y al asirio extendimos la mano, para saciarnos de pan. Nuestros padres pecaron, y han muerto; Y nosotros llevamos su castigo”. (Lamentaciones 5:6-7 RVR60).
El profeta Jeremías escribe este libro que es un lamento, como su nombre lo dice, sobre la situación que estaban viviendo al ser exiliados por los babilonios por setenta años. Pero, también es un libro que confiesa los errores y por qué sucedieron las cosas. Y estos versos lo explican claramente, al egipcio y al asirio extendieron su mano y no buscaron a Dios. Los padres que pecaron se murieron y, los hijos que quedaron o nacieron en el exilio en el imperio de Babilonia, estaban cargando con las consecuencias por las que el pueblo decidió apartarse del Eterno. Una vez más, esto confirma que, la consecuencia de las decisiones de los padres por confiar en Egipto les afectó a las generaciones siguientes.
Dios no nos hace responsables de las decisiones de nuestros padres, pero sí inevitablemente vamos a sufrir las consecuencias de ellas. Así como una persona no puede ser condenada por el pecado de otra; y aunque hay momentos que Dios nos ve como una generalidad, como un pueblo, a veces, nos tocan los castigos por ser parte de ese pueblo. Pero, también hay que reconocer que, en el tema particular de la vida eterna, Dios nos ve siempre de manera individual y particular cuando estamos hablando de la salvación. Por ello, Dios no puede condenar al hijo, por los pecados del padre, pero tampoco puede salvar al hijo por los méritos del padre.
¿CUÁL ES LA BUENA NOTICIA?
Vamos a pensar que los hijos sí pagan, de cierta manera, los pecados de los padres porque pagan las consecuencias, es decir, los efectos de esas malas decisiones. La buena noticia es que también lo opuesto es verdad, también llevamos las consecuencias de las buenas decisiones, los mandamientos y la justicia que hayan tomado nuestros padres. Dios no es injusto, sino todo lo contrario, y no mira nada más hacia lo malo; así que también lo aplica para bien en su justicia y bondad.
Esto vamos a verlo a la luz de la Palabra: 1 Reyes 11:11-13:
“Y dijo Jehová a Salomón: Por cuanto ha habido esto en ti, y no has guardado mi pacto y mis estatutos que yo te mandé, romperé de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo. Sin embargo, no lo haré en tus días, por amor a David tu padre; lo romperé de la mano de tu hijo. Pero no romperé todo el reino, sino que daré una tribu a tu hijo, por amor a David mi siervo, y por amor a Jerusalén, la cual yo he elegido”. (1 Reyes 11:11-13 RVR60).
Esto fue en el momento que Salomón ya se había apartado del Eterno y por amor a David, su padre, Dios extiende esta misericordia a Salomón, por lo cual no le tocaría ser testigo de esta división del reino. Por la obra de David, por su entrega al Eterno, por su justicia y por todo lo que implica David, siendo conexión directa con Salomón, por ello, obtiene misericordia.
Esto nos debe de motivar. Si tú eres padre de familia, yo te invito a que pienses en esta parte positiva también. No nada más en lo malo: las malas decisiones, los pecados que cometamos nuestros hijos llegarán a sufrir esas consecuencias. Por ello, quiero invitarte y motivarte a que demos lo mejor de nosotros como padres y que pienses que estás como invirtiendo en la cuenta de la misericordia de Dios hacia tus hijos. Si quisieras que Dios fuese compasivo con ellos, hay algo que sí puedes hacer. No los puedes salvar tú, así como ellos no pueden morir como consecuencia de tus pecados, pero al estar conectados, se pueden beneficiar de lo que tú hagas el día de hoy.
Dios no lo permita, pero si algún día se apartan o ya se hayan apartado, puede ser que las obras que hagas tú hoy, son las que marquen una diferencia para tus descendientes el día mañana. Jacob también se favoreció del amor de Dios, por su padre Abraham.
Génesis 26:24:
“Y se le apareció Jehová aquella noche, y le dijo: Yo soy el Dios de Abraham tu padre; no temas, porque yo estoy contigo, y yo bendeciré, y multiplicaré tu descendencia por amor de Abraham mi siervo”. (Génesis 26:24 RVR60).
Un testimonio más de que Dios, también por la misericordia hacia el papá, la extiende hacia el hijo. Por amor al padre, estaría con él, le bendeciría y lo multiplicaría, no solo porque fuera una promesa, sino porque con base en esa promesa, Abraham se lo ganó y ahora se hace extensiva a Jacob, su hijo. Podemos citar otros casos como el de Mefiboset que por amor a su padre Jonatán, David le dijo, tú vas a estar aquí conmigo, no te va a faltar nada. Lo recibió, lo cuidó y veló por él, por el amor que le tuvo al padre.
Incluso, no solo para nuestros descendientes, vamos a ver que esto aplica hasta para el caso de Sodoma y Gomorra. Abraham estaba pensando en su sobrino Lot, pero si tú recuerdas la intercesión de Abraham, él está pidiendo a Dios que tuviera misericordia, si encontraba cincuenta, cuarenta, treinta o hasta diez justos para perdonar a esas ciudades. Así que imagina, que tú pudieras ser de esos diez justos, por los cuales, a lo mejor, se salve tu ciudad o tu familia. Aquí tenemos un testimonio más de que Dios obra así. Que, por los méritos de algunos, Dios es capaz de ser misericordioso con otros. De librar del castigo, en este caso, a Sodoma y Gomorra, ciudades terribles, por solo diez personas justas. Así que, esforcémonos y echémosle ganas, para tener esto como una motivación adicional. Sabemos que como padres no somos perfectos, pero con nuestras acciones podemos contribuir a que el día de mañana, Él sea misericordioso con nuestros hijos. Nadie puede hacerse responsable por los pecados de otros. A nadie se le puede cargar su perdición o condenación por los pecados de otros, pero tampoco se puede salvar o expiar los pecados de otros por méritos propios.
LA EXCEPCIÓN
Cada uno morirá por su pecado, cada uno será responsable delante de Dios, según el fruto de sus obras.
Dice en Jeremías 32:19:
“Grande en consejo, y magnífico en hechos; porque tus ojos están abiertos sobre todos los caminos de los hijos de los hombres, para dar a cada uno según sus caminos, y según el fruto de sus obras”. (Jeremías 32:19 RVR60).
Aunque hay una excepción a esto que acabamos de leer: ¡El Mesías, nuestro salvador!. Es la única excepción a esta regla y, es aplicable para toda la humanidad. Porque ¡un hombre cargó el pecado de la humanidad sobre sí mismo!
Leamos Isaías 53:5-12:
“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; más Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, más con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos. Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores”. (Isaías 53:5-12 RVR60).
Un pasaje que seguramente hemos oído muchas veces, pero ahora nos va a ayudar a entender más esta excepción. Esto es algo que nosotros no podemos hacer por nuestros hijos, ni nuestros hijos por nosotros. Nosotros no podemos decir que llevaremos el pecado de ellos y que los expiaremos, ni perdonaremos. No, pero hubo alguien, que sí lo hizo: el Hijo de Dios, que dio su vida por ti y por mí como una ofrenda perfecta a nuestro favor para que nosotros no tuviéramos que dar la vida.
Por último, me gustaría cerrar esta pregunta leyendo 2 Corintios 5:21:
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. (2 Corintios 5:21 RVR60).
Como nos damos cuenta, Dios primero nos dice: Yo visito la maldad de los padres hasta la tercera y cuarta generación, pero de aquellos que le aborrecen y deciden no seguir sus caminos. Más como leímos en Ezequiel, si el hijo, piensa, reflexiona y cambia, no va a morir por los pecados del padre porque está decidiendo que no va a seguir los mismos caminos de él. Entonces, lo que muchas veces, hemos heredado son las malas costumbres, los hábitos y, por supuesto, como daño colateral, las consecuencias de estas decisiones y pecados, nos tocará sufrirlos. Y, así como aplica para lo malo, también aplica para lo bueno. Hemos leído estos pasajes para que seamos conscientes de ello y, la única excepción a esa regla y: ¡Bendita excepción! Es lo que Dios ha hecho, justamente a través de su hijo: cargó en Él, el pecado del mundo para que nosotros no quedáramos separados de su presencia.
Grande es nuestro Dios y grande es su Amor hacia nosotros, en su hijo Yeshua para toda la humanidad.
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