¿QUIÉNES SON LAS 10 TRIBUS DE ISRAEL?
Hoy vamos a conocer quiénes son las 10 tribus de Israel y, no me refiero de forma nominativa porque podemos mencionar el nombre de las 12 tribus de Israel y lo único que tendríamos que hacer es de, esas doce, definir a cuáles diez se refiere. Pero, no nos referimos en ese contexto; sino de la forma muy especial que la Biblia las menciona como parte de un gran plan que Dios reveló, no solo a sus profetas, sino a los discípulos y apóstoles.
Quiero invitarte a que tengas tu Biblia en la mano, porque vamos a leer muchas citas y, de ser posible, te voy a pedir que me acompañes en la lectura de estos pasajes para que tenga mayor sentido lo que estamos explicando y tú mismo puedas leer en la Escritura, la congruencia de todos estos versículos y cómo todo está conectado. A lo largo del tema, nos vamos a dar cuenta de que el plan de Dios es mucho más grande de lo que imaginamos y cómo aún las pequeñas acciones en una familia van a determinar el curso de la historia de toda una nación. Voy a tratar de no detenerme tanto en los detalles porque este es un tema muy largo y que contiene muchas citas, por lo que, no voy a explicar el contexto de cada pasaje porque se nos irían días enteros haciéndolo. Así que, con la lectura rápida que hagamos, voy a tratar de que sea suficiente para que no perdamos el hilo de la historia, ni el sentido de lo que estoy explicando.
Como introducción vamos a leer el libro de los Hechos, donde nos podemos dar cuenta que, para el apóstol Pablo, él estaba en la búsqueda del entendimiento de estas tribus y de una esperanza que ya estaba escrita en los profetas. Leamos Hechos 26:6-8:
“Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres soy llamado a juicio; promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo constantemente a Dios de día y de noche. Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy acusado por los judíos. ¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos?”. (Hechos 26:6-8 RVR60).
Estas preguntas que hace Pablo y la disertación que lleva a cabo como defensa, suenan muy extrañas si nada más las abordamos así. Pero, al ir desarrollando el tema, van a tener mucho más sentido para todos, los versículos que acabamos de leer. Dice que hay una promesa que esperan alcanzar las doce tribus y, qué él sirve para esa promesa constantemente y, por esa promesa, Pablo es acusado. Está muy interesante esto que plantea Pablo y, al final, dice: ¿se juzga entre ustedes cosa increíble que Dios resucite a los muertos? Donde no solo se refiere a la resurrección de Yeshua, sino a otro tipo de resurrección que tiene que ver con las doce tribus.
¿CÓMO ENCAJAN EN EL ROMPECABEZAS PROFÉTICO LAS 10 TRIBUS PERDIDAS DE ISRAEL?
Esta fue la introducción al tema y, ahora, si vamos al inicio de los tiempos. Y me pregunto: ¿cómo encajan en el rompecabezas profético las diez tribus perdidas de Israel? Hay un rompecabezas que Dios tiene en la Biblia y, este tema particular de las diez tribus es de los que más se repite, pero no aparece tan simple o claro como quisiéramos. Sin embargo, si le damos secuencia a ciertos pasajes, nos vamos a dar cuenta de que las piezas están ahí a lo largo de toda la Escritura.
Dentro de las Raíces Hebreas y ya explicamos que son las Raíces Hebreas en la Respuesta de esa pregunta, es muy común llamar: “El misterio de las diez tribus” o, “Las tribus perdidas de Israel”. Y, a estas diez tribus también se les conoce con el título de: “Efraín” o, “La Casa de Israel”. Entonces, vamos a ver cómo en el plan profético de Dios para su pueblo, las diez tribus son una parte muy grande y fundamental. Si es la primera vez que vas a escuchar esto, estoy seguro de que te va a maravillar como Dios obra de maneras increíbles a lo largo de la historia. Y, si ya conoces bastante del tema, te va a servir para reafirmarlo y poderlo ver de una manera más sencilla. Es un tema muy largo, pero voy a tratar de resumirlo. Tenemos un estudio en la página web, que se llama Raíces Hebreas del cristianismo, donde se expone el tema de una manera mucho más detallada.
EL PLAN INICIA CON ABRAHAM
¿Dónde empieza el plan profético de Dios? Con el mejor personaje que es Abraham, el padre de la fe, a quien se le considera prácticamente el padre de la nación de Israel. Abraham el hebreo. De verdad te animo a que no le pierdas atención a cada cita que vamos a ver porque si se te va el hilo, vas a perderte la secuencia de la historia.
Comencemos a leer Génesis 12:1-3:
“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”. (Génesis 12:1-3 RVR60).
Este es un resumen de las promesas que Dios le da a Abraham y una de ellas es muy especial en el verso 3: “Serán benditas en ti todas las familias de la tierra”. El término benditas, en hebreo, es “venibreju” que significa injertadas. Y este término hebreo está relacionado con otro que aparece dentro del Talmud (Libro que recopila la tradición oral judía) en la Mishná (leyes) que significa entre mezclarse, es decir, injertar. Son muy interesantes estos términos que aparecen en el Talmud en la sección Kelaim 7:1 y en Yevamot 63ª. Entonces, esta palabra venibreju se traduce en el Talmud como injerto. Podríamos traducir Génesis 12:3 como: “Todas las naciones de la tierra serán injertadas o entremezcladas en ti”. Es lo que Dios está diciendo a Abraham y, esto va a ser clave para la manera en que Pablo interpreta más adelante esto en la carta a los Romanos.
Avanzamos en la historia y Dios le da otra gran promesa a Abraham en Génesis 13:14-16:
“Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada”. (RVR60).
Además de la promesa de la tierra como tal, Dios le hace una promesa muy especial sobre la multiplicidad, pues su descendencia sería como el polvo de la tierra. Más adelante, en el capítulo 15, dice que serán como las estrellas del cielo. La idea es que serán prácticamente incontables las multitudes que de él vendrán, además de lo que ya explicó que en su semilla (simiente) no solo serían bendecidos, sino entremezcladas todas las naciones, todas las familias de la tierra. Estas son las famosas promesas dadas a Abraham y sabemos que el Eterno sigue obrando en su vida, le da el pacto de la circuncisión, le da la promesa de un hijo, lo cual es un milagro.
¿ES ISAAC EL PORTADOR DE LA PROMESA-BENDICIÓN?
Ese hijo del milagro es Isaac y, una vez que nace, él sería el portador de esas promesas y bendiciones. Vamos a confirmarlo con la Escritura para no quedarnos solo con la idea. Génesis 26:1-5:
“Después hubo hambre en la tierra, además de la primera hambre que hubo en los días de Abraham; y se fue Isaac a Abimelec rey de los filisteos, en Gerar. Y se le apareció Jehová, y le dijo: No desciendas a Egipto; habita en la tierra que yo te diré. Habita como forastero en esta tierra, y estaré contigo, y te bendeciré; porque a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras, y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre. Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras; y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente, por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes”. (Génesis 26:1-5 RVR60).
Abraham tuvo diversas pruebas antes de tener a su hijo Isaac, y este también tendría que pasar por otras pruebas, como el que su esposa fuera estéril. Sin embargo, aquí Dios le va a confirmar prácticamente las mismas promesas que le dio a su padre: sobre la multiplicidad, sobre la tierra y sobre este factor de que serán injertadas, entremezcladas en tu simiente. De manera oficial, Dios le está dando la estafeta de las promesas y las bendiciones a Isaac.
DE ISAAC A YACOB (JACOB)
Resulta que Isaac tiene dos hijos: Jacob y Esaú. ¿Cuál de los dos recibiría estas promesas y bendiciones? Parece extraño, pero Isaac pensaba que Esaú era el elegido. Pero cuando estaba cercano a morir, mandó a Esaú a que cazara un animal y que le preparara un guisado que le gustaba mucho para poderlo bendecir. Pero, Rebeca, su esposa, sabía que no era así, pues el Eterno le había confirmado que no sería de esa manera. Entonces le ayuda a Jacob a “tomar”, por no decir robar, la bendición. Finalmente, Dios también va a bendecir a Jacob para que aquel que tenga duda de, si es válida o legítima, la bendición que usurpó. Lo podemos leer en Génesis 28:10-15:
“Salió, pues, Jacob de Beerseba, y fue a Harán. Y llegó a un cierto lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar. Y soñó: y he aquí una escalera que estaba apoyada en tierra, y su extremo tocaba en el cielo; y he aquí ángeles de Dios que subían y descendían por ella. Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente. He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho”. (Génesis 28:10-15 RVR60).
Una vez más, leemos la promesa de multiplicidad, pero también esta expansión de su descendencia. Es decir, de manera territorial, la descendencia de Abraham, Isaac y Jacob se iba a extender de tal forma que dice que sería al oriente, al occidente, al norte y al sur. Es una forma de decir que sería hacia todo el mundo, hacia los cuatro puntos cardinales y todas las latitudes de la tierra. Además, las familias de la tierra serán bendecidas en él y en su simiente (semilla). De hecho, la palabra simiente, en hebreo, es la palabra zera, que implica la semilla del hombre, es decir, el espermatozoide. Si lo tomamos literal le está diciendo: “de tu semilla serán injertadas y bendecidas todas las familias de la tierra, en ti, en tu familia. Todas esas naciones serán parte de tu familia por ser tus descendientes”.
Como sabemos, Jacob tiene doce hijos, de donde vienen las doce tribus de Israel. Y, hay en evento muy particular, que es parte de la historia, porque se convierte en algo profético. Como también sabemos, Jacob y Esaú no quedaron muy bien en su relación porque Jacob le roba la bendición del primogénito a Esaú y este amenaza a Jacob con matarlo. Por lo que, Jacob termina huyendo a la tierra de su madre Rebeca, Padán-aram donde se casa una primera vez con Lea y, posteriormente, una segunda vez con Raquel, además de la sierva de cada una de ellas, con quienes tiene a sus doce hijos en total. Y, cuando llega el momento de regresar a su tierra, porque él tiene en mente las promesas que recibió, va a su encuentro su hermano Esaú, y lo vamos a leer en Génesis 32:1-3, 6-8:
“Jacob siguió su camino, y le salieron al encuentro ángeles de Dios. Y dijo Jacob cuando los vio: Campamento de Dios es este; y llamó el nombre de aquel lugar Mahanaim (Dos campamentos). Y envió Jacob mensajeros delante de sí a Esaú su hermano, a la tierra de Seir, campo de Edom. Y los mensajeros volvieron a Jacob, diciendo: Vinimos a tu hermano Esaú, y él también viene a recibirte, y cuatrocientos hombres con él. Entonces Jacob tuvo gran temor, y se angustió; y distribuyó el pueblo que tenía consigo, y las ovejas y las vacas y los camellos, en dos campamentos. Y dijo: Si viene Esaú contra un campamento y lo ataca, el otro campamento escapará”. (Génesis 32:1-3, 6-8 RVR60).
Esta acción, que toma Jacob como prevención de lo que pudiera suceder con Esaú, es una señal de lo que habría de darse muchos años después con el reino de Israel.
Y, por último, vamos a confirmar esta promesa que Dios le dio a Jacob más adelante, cuando ya regresa a su tierra. En Génesis 35:9-13:
“Apareció otra vez Dios a Jacob, cuando había vuelto de Padan-aram, y le bendijo. Y le dijo Dios: Tu nombre es Jacob; no se llamará más tu nombre Jacob, sino Israel será tu nombre; y llamó su nombre Israel. También le dijo Dios: Yo soy el Dios omnipotente: crece y multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos. La tierra que he dado a Abraham y a Isaac, la daré a ti, y a tu descendencia después de ti daré la tierra. Y se fue de él Dios, del lugar en donde había hablado con él”. (Génesis 35:9-13 RVR60).
Una vez más, es la confirmación de lo que ya le había dicho, de que las promesas no se habían perdido y que seguirían vigentes. Y, podemos ver que el plan comienza a cumplirse porque de tener dos hijos en el caso de Isaac, ahora Jacob tiene doce hijos. Aunque aún está muy lejos de cumplirse todo el plan de multiplicidad, de heredar la tierra y de que su descendencia se expandiría por todos los rincones de la tierra.
¿A CUÁL DE LOS 12?
Lo primero que había de resolver para acercarse más a ese plan es: ¿cuál de los doce hijos que tuvo Jacob, sería el portador de estas promesas? ¿Quién de ellos tomaría la estafeta de las bendiciones y el plan profético que Dios le dijo a Abraham, a Isaac y, ahora, a Jacob? Había doce opciones. Rubén el mayor, el primogénito, sería la primera opción por pensar. Sin embargo, él pierde esta oportunidad porque deshonra el lecho de su padre. Los hijos que seguían eran Simón y Leví, pero llevan a cabo una terrible matanza en la ciudad de Siquem, situación que trae vergüenza y que va en contra del honor y su padre se enfada con ellos. El resto de los hermanos, que continuaban por orden de nacimiento, tenían mala fama y le tenían envidia a su hermano Yosef (José) y eso mostraba el corazón de ellos, por lo que quedan descartados. En el caso particular de Judá, ellos reciben la bendición de ser la tribu real, pues de él descenderían todos los reyes. Judá sería el portador de la promesa que dio Dios a Eva: que de su simiente nacería uno que heriría en la cabeza a satanás. Esto se cumpliría a través de la tribu de Judá, siendo la tribu gobernante dentro de Israel. Pero, la bendición dada a Abraham, Isaac y Jacob es dada específicamente a José y, a sus dos hijos.
Si recordamos un poco el relato de Génesis, José es vendido por sus hermanos a unos comerciantes que, a su vez, lo venden en Egipto, donde pasa una serie de pruebas y adversidades, desde trágicas hasta impresionantes. Pero José termina siendo el segundo hombre más importante de todo el imperio, se termina convirtiendo en el hombre más poderoso de la tierra después de Faraón. Y, esto conlleva la salvación de su propio pueblo. Debido a que se desató un hambre terrible en toda esa región que, de no haber sido por José, hubiesen muerto millones de personas, incluyendo a su padre, sus hermanos y todo el grupo que ya había formado Jacob. Entonces, José se convierte en el salvador, que es una figura de Yeshua (Jesús) el Mesías. José manda llamar a Egipto a su padre, sus hermanos y, termina salvándolos junto a su pueblo. Entonces, en los últimos días de vida de Jacob, decide que es momento de transmitir esa bendición especial que él también recibió.
DE JACOB A MANASÉS Y EFRAÍN
Estamos hablando de Génesis 48, donde es casi ya la despedida de Jacob, pero que no se podía ir sin transmitir esta multiplicidad. Vamos a leer algunos versículos claves de este capítulo. Génesis 48:1:
“Sucedió después de estas cosas que dijeron a José: He aquí tu padre está enfermo. Y él tomó consigo a sus dos hijos, Manasés y Efraín”. (Génesis 48:1 RVR60)
Los dos hijos de José nacieron en Egipto, por lo que son considerados prácticamente extranjeros. Entonces, ¿qué es lo que va a ser Jacob, entre otras cosas? Los va a adoptar. Sigamos leyendo: Génesis 48:2-5:
“Y se le hizo saber a Jacob, diciendo: He aquí tu hijo José viene a ti. Entonces se esforzó Israel, y se sentó sobre la cama, y dijo a José: El Dios Omnipotente me apareció en Luz en la tierra de Canaán, y me bendijo, y me dijo: He aquí yo te haré crecer, y te multiplicaré, y te pondré por estirpe de naciones; y daré esta tierra a tu descendencia después de ti por heredad perpetua. Y ahora tus dos hijos Efraín y Manasés, que te nacieron en la tierra de Egipto, antes que viniese a ti a la tierra de Egipto, míos son; como Rubén y Simeón, serán míos”. (Génesis 48:2-5 RVR80).
Así que Jacob hace aquí una adopción de sus nietos como si fueran sus propios hijos. Ya no serían más de José. Ya quedaron adoptados y ya son parte de este plan y bendiciones. Entonces, serían ellos los que recibirían estas promesas de parte de Jacob.
Vamos a saltarnos a Génesis 48:16:
“el Angel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes; y sea perpetuado en ellos mi nombre, y el nombre de mis padres Abraham e Isaac, y multiplíquense en gran manera en medio de la tierra”. (Génesis 48:16 RVR60).
¿Qué les está diciendo? Que se multipliquen, que es la palabra hebrea “dagah” o “dag” que significa pez y es una raíz que implica el moverse rápidamente. La idea es hacerse numeroso y multiplicarse como los peces. Los cuales hemos visto en fotos de bancos de peces que se mueven de manera rápida. La idea es que la descendencia de estos jóvenes se multiplicaría de tal manera como los peces en el agua. Y hay un detalle curioso cuando Jacob está bendiciendo, cruza los brazos para poner la mano derecha en la cabeza de Efraín y no en la cabeza de Manasés. Ya que la costumbre es que la mano derecha va sobre el primogénito y la izquierda sobre el segundo hijo. Pero, en este caso, lo hizo al revés adrede. Y José le hace ver este aparente error, y vemos la respuesta en Génesis 48:18-19:
“Y dijo José a su padre: No así, padre mío, porque éste es el primogénito; pon tu mano derecha sobre su cabeza. Mas su padre no quiso, y dijo: Lo sé, hijo mío, lo sé; también él vendrá a ser un pueblo, y será también engrandecido; pero su hermano menor será más grande que él, y su descendencia formará multitud de naciones”. (Génesis 48:18-19 RVR60).
Aquí están, una vez más, esos términos que en hebreo se llama “meló ha-goyim” (multitud de naciones) o plenitud de gentiles. La descendencia de Efraín va a formar multitud de naciones o plenitud de gentiles. Eso es lo que está profetizado para Efraín. Estos son los puntos clave de la bendición de Jacob hacia los hijos de José: Efraín y Manasés. El primero también sería una gran nación efectivamente, pero Efraín vendría a formar muchas naciones y, se le daría en este caso, la primogenitura.
EGIPTO LA INCUBADORA
Entonces, ya están ahí en Egipto, ¿cómo haría Dios para hacer cumplir esas promesas? De acuerdo con el relato de la Biblia, en Deuteronomio 10, dice que entraron setenta personas a Egipto, lo cual no es una gran multitud, ni como el polvo de las estrellas precisamente. ¿Qué sucede entonces, de acuerdo con el plan de Dios, para que se vaya dando forma a las profecías dadas a Abraham, Isaac y Jacob? En el mismo relato de la Biblia, llegamos al libro de Éxodo donde está la historia de la esclavitud en Egipto. Donde todo fue un plan con maña. Dios permitió que el pueblo fuera esclavizado. ¿Cuál fue el propósito de esta esclavitud? Mientras más los oprimían, más se multiplicaban. Cuando les dejan las condiciones óptimas a los peces, estos se van a multiplicar y multiplicar. Como los egipcios eran muy elitistas y racistas, no se mezclaban, así que no había manera que la descendencia de Jacob se mezclara con ellos, sino que mantuvieran su identidad como hebreos, israelitas y como la descendencia de Abraham, Isaac y Jacob, con el único Dios. Entonces, fructificaron, se multiplicaron, fueron aumentados y fortalecidos en extremo. Dice Éxodo 1:7 Que se llenó la tierra de ellos. Y eso, provocó que se asustara el Faraón y se preocupara el pueblo egipcio de que se pusieran del lado de sus enemigos y los pudieran destruir. Entonces, Egipto se convirtió en la incubadora para que se multiplicara este pueblo a lo largo de 400 años que fueron más que suficientes para ello.
Luego, viene este período de opresión, de esclavitud y cosas terrible que vivieron. Y, clamaron al Eterno y Él les envió a Moshé (Moisés) que aparece en escena como el salvador, el libertador de vida extraordinaria que se convierte en el instrumento de Dios para liberar a su pueblo de Egipto. Leamos Éxodo 12:37-38:
“Partieron los hijos de Israel de Ramesés a Sucot, como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños. También subió con ellos grande multitud de toda clase de gentes, y ovejas, y muchísimo ganado. Y cocieron tortas sin levadura de la masa que habían sacado de Egipto, pues no había leudado, porque al echarlos fuera los egipcios, no habían tenido tiempo ni para prepararse comida. (Éxodo 12:37-38 RVR60).
Ya tenemos aquí, en esta parte de la historia, la salida después de las diez plagas. Y dice que salieron como seiscientos mil hombres de a pie. Y, si hacemos rápidamente una cuenta de 600 mil hombres, más un estimado del mismo número de mujeres, es decir, 600 mil también, serían 1,200,000. Si a esa cantidad sumamos, un solo niño por pareja, serían 1,200,000 niños más. Además, una grande multitud de toda clase de gente, pensemos en otros 600 mil. Entonces, salieron de Egipto, por lo menos, 3 millones de personas aproximadamente. Esto ya es una gran cantidad de personas aún en nuestro tiempo viviendo en ciudades con millones de habitantes. En aquellos días, muchísimo más.
Hay una profecía que hace Moisés casi al final de sus días en Deuteronomio 1:9-11:
“En aquel tiempo yo os hablé diciendo: Yo solo no puedo llevaros. Jehová vuestro Dios os ha multiplicado, y he aquí hoy vosotros sois como las estrellas del cielo en multitud. ¡Jehová Dios de vuestros padres os haga mil veces más de lo que ahora sois, y os bendiga, como os ha prometido!” (Deuteronomio 1:9-11 RVR60).
Interesante las palabras que usa Moisés al decir: ustedes son como las estrellas del cielo en multitud, es decir, incontables. Y aun así, desea que Dios, les haga mil veces más, como les ha prometido a Abraham, Isaac y Jacob. Si salieron 3 millones de personas por mil, serían 3,000 millones de personas. Es prácticamente la mitad de los habitantes del mundo hoy en día.
LA TIERRA PROMETIDA E INICIO DE LA MONARQUÍA
Prácticamente, termina la misión de Moisés cuando saca a Israel de Egipto, y entonces, ya le tocaría a Yehoshúa (Josué) quien fue el hombre encargado de introducirlos a la tierra prometida, no sin antes librar bastantes batallas. Todo el libro de Josué narra esas batallas y adversidades que tienen que enfrentar ya en la tierra de Canaán, posteriormente llamada la tierra de Israel. Pero, ya establecidos en la tierra, cada quien en su casa, ¿qué sucede? Viene un período de altibajos. El pueblo se relaja espiritualmente y eso lo describe el libro de Jueces. Y, prácticamente, acabando el período de los jueces, el pueblo termina pidiendo un rey, pues quieren ser como sus vecinos que tienen un rey que los gobierna. Y, le piden a Samuel que les otorgue un rey.
El primer Rey de Israel con el cual se inaugura la monarquía es Saúl. Y, aunque en un inicio comienza bien su reinado, después tristemente se aparta del Eterno y se llena de celos contra David. Finalmente, Dios escoge a David, lo unge como rey y vendría a ser como una figura o prototipo del reinado del Mesías. Establece a Jerusalén como la capital, gobierna a las doce tribus bajo una sola bandera y escudo, lo cual está descrito en los libros de Samuel 1 y 2. Después de David, reina su hijo Salomón, quien construye el Templo y viene una época de gran bonanza y paz para Israel, expande las fronteras y el pueblo vive un auge único. Pero, los pecados de Salomón al tomar tantas mujeres extranjeras como esposas y concubinas lo terminan apartando de Dios. Por lo que, le profetizan que el reino sería dividido en dos y le sería arrebatado para el siguiente Rey que sería su hijo Roboam.
EL REINO DIVIDIDO
Aquí se va a poner interesante el asunto, porque vamos a empezar a ver de manera más clara las consecuencias de esta división y como Dios va a cumplir las promesas que les dio a Abraham, Isaac y Jacob. Vamos a leer 1 Reyes 11:9-13:
“Y se enojó Jehová contra Salomón, por cuanto su corazón se había apartado de Jehová Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces, y le había mandado acerca de esto, que no siguiese a dioses ajenos; más él no guardó lo que le mandó Jehová. Y dijo Jehová a Salomón: Por cuanto ha habido esto en ti, y no has guardado mi pacto y mis estatutos que yo te mandé, romperé de ti el reino, y lo entregaré a tu siervo. Sin embargo, no lo haré en tus días, por amor a David tu padre; lo romperé de la mano de tu hijo. Pero no romperé todo el reino, sino que daré una tribu a tu hijo, por amor a David mi siervo, y por amor a Jerusalén, la cual yo he elegido”. (1 Reyes 11:9-13 RVR60).
Esa tribu entregada a su hijo sería la tribu de Judá y, después, se le añadiría la tribu de Benjamín. Las dos tribus que permanecerían ahí en la región sur de Israel. Así que, queda profetizado para Salomón que esto habría de suceder.
Ahora vamos a leer 1 Reyes 11:28-36:
“Y este varón Jeroboam era valiente y esforzado; y viendo Salomón al joven que era hombre activo, le encomendó todo el cargo de la casa de José. Aconteció, pues, en aquel tiempo, que saliendo Jeroboam de Jerusalén, le encontró en el camino el profeta Ahías silonita, y éste estaba cubierto con una capa nueva; y estaban ellos dos solos en el campo. Y tomando Ahías la capa nueva que tenía sobre sí, la rompió en doce pedazos, y dijo a Jeroboam: Toma para ti los diez pedazos; porque así dijo Jehová Dios de Israel: He aquí que yo rompo el reino de la mano de Salomón, y a ti te daré diez tribus; y él tendrá una tribu por amor a David mi siervo, y por amor a Jerusalén, ciudad que yo he elegido de todas las tribus de Israel; por cuanto me han dejado, y han adorado a Astoret diosa de los sidonios, a Quemos dios de Moab, y a Moloc dios de los hijos de Amón; y no han andado en mis caminos para hacer lo recto delante de mis ojos, y mis estatutos y mis decretos, como hizo David su padre. Pero no quitaré nada del reino de sus manos, sino que lo retendré por rey todos los días de su vida, por amor a David mi siervo, al cual yo elegí, y quien guardó mis mandamientos y mis estatutos. Pero quitaré el reino de la mano de su hijo, y lo daré a ti, las diez tribus. Y a su hijo daré una tribu, para que mi siervo David tenga lámpara todos los días delante de mí en Jerusalén, ciudad que yo me elegí para poner en ella mi nombre”. (1 Reyes 11:28-36 RVR60).
Jeroboam era el siervo a quien se le daría esa parte del reino de la casa de José, lo cual no es casualidad. Como pudimos leer, ya quedó más que establecido lo que va a pasar: se va a dividir el reino en dos. Una parte se la quedaría Jeroboam y, la otra el hijo de Salomón que sería Roboam. Y esta decisión no la iba a cambiar nadie. Obviamente, los pecados de Salomón trajeron estas consecuencias, pero todo forma parte del plan de Dios.
En el año 930 a.M. finalmente, queda dividido oficialmente el reino de Israel. Las diez tribus en el Norte y dos tribus en el Sur. Leamos 1 Reyes 12:15-24:
“Y no oyó el rey al pueblo; porque era designio de Jehová para confirmar la palabra que Jehová había hablado por medio de Ahías silonita a Jeroboam hijo de Nabat. Cuando todo el pueblo vio que el rey no les había oído, le respondió estas palabras, diciendo: ¿Qué parte tenemos nosotros con David? No tenemos heredad en el hijo de Isaí. ¡Israel, a tus tiendas! ¡Provee ahora en tu casa, David! Entonces Israel se fue a sus tiendas. Pero reinó Roboam sobre los hijos de Israel que moraban en las ciudades de Judá. Y el rey Roboam envió a Adoram, que estaba sobre los tributos; pero lo apedreó todo Israel, y murió. Entonces el rey Roboam se apresuró a subirse en un carro y huir a Jerusalén. Así se apartó Israel de la casa de David hasta hoy. Y aconteció que oyendo todo Israel que Jeroboam había vuelto, enviaron a llamarle a la congregación, y le hicieron rey sobre todo Israel, sin quedar tribu alguna que siguiese la casa de David, sino sólo la tribu de Judá. Y cuando Roboam vino a Jerusalén, reunió a toda la casa de Judá y a la tribu de Benjamín, ciento ochenta mil hombres, guerreros escogidos, con el fin de hacer guerra a la casa de Israel, y hacer volver el reino a Roboam hijo de Salomón. Pero vino palabra de Jehová a Semaías varón de Dios, diciendo: Habla a Roboam hijo de Salomón, rey de Judá, y a toda la casa de Judá y de Benjamín, y a los demás del pueblo, diciendo: Así ha dicho Jehová: No vayáis, ni peleéis contra vuestros hermanos los hijos de Israel; volveos cada uno a su casa, porque esto lo he hecho yo. Y ellos oyeron la palabra de Dios, y volvieron y se fueron, conforme a la palabra de Jehová”. (1 Reyes 12:15-24 RVR60).
El contexto aquí es que el pueblo va con Roboam el rey oficial después de Salomón, para solicitar que baje los impuestos y otras situaciones que estaban siendo muy gravosas para la gente. Pero Roboam no accede a las peticiones, sino, por el contrario, se endurece en su corazón y el pueblo, enojado, se rebela contra él. Porque Dios está controlando todo por detrás. Ya se iba a armar la guerra civil entre los del Norte contra los del Sur. Y aparece Dios para darles palabra y decirles: ¡no!.
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