Mandamiento 125: No poner aceite en la ofrenda de harina del pecador.
Mandamiento 125: No poner incienso en la ofrenda de harina del pecador.
“Sino te alcanza para comprar las dos tórtolas o los dos pichones, podrás llevar dos kilos de harina selecta como ofrenda por tu pecado. Puesto que es una ofrenda por el pecado, no la humedecerás con aceite de oliva ni le pondrás incienso” (Levítico 5:11 NTV).
Explicación del mandamiento:
Los mandamientos 125 y 126, se encuentran en Levítico 5:11.
Versículo 11: “Más si no tuviera lo suficiente para dos tórtolas o dos palominos, el que pecó traerá como ofrenda la décima parte de un efa de flor de harina para expiación. No pondrá sobre ella aceite, ni sobre ella pondrá incienso, porque es expiación”.
Los rabinos derivaron dos mandamientos de este versículo: el 125, que es el negativo 71, que dice “No poner aceite en la ofrenda de harina del pecador”, y el 126, “No poner incienso en la ofrenda de harina del pecador”.
Estamos en el contexto de las ofrendas que se presentaban, y una de ellas es la ofrenda por el pecado. Esta ofrenda no es voluntaria, sino obligatoria. Todos hemos pecado y todos debemos arrepentirnos.
Dentro de las especificaciones dadas a los sacerdotes levitas, cuando alguien llevaba una ofrenda de este tipo, se les instruía que no pusieran incienso ni aceite. Uno de los puntos más importantes de esta ofrenda, debido al contexto de la ofrenda por el pecado, es que Dios desea que todos nos acerquemos y experimentemos esto, ya que si no lo experimentamos, no podemos tener vida eterna.
El arrepentimiento no es opcional y no depende de una congregación o denominación. El arrepentimiento debe ser para todos, y este fue el primer mensaje que Yeshua proclamó: “Arrepentíos o todos pereceréis igualmente”. Así que aquí se nos están dando ciertas indicaciones para cuando alguien se acerca de esta manera.
A partir del capítulo 5, se comienza a hablar de las ofrendas que esta persona podía llevar. Entre estas ofrendas se encontraba, por ejemplo, lo que dice el versículo 6: “Una cordera o una cabra como ofrenda de expiación, y el sacerdote hará expiación por su pecado”. La situación ideal era que, si alguien pecaba, además de tener un arrepentimiento genuino en su corazón, debía presentarse ante Dios con uno de estos dos animales: una cordera o una cabra. Pero dice el verso 7: “Pero si no tuvieran lo suficiente”, debido a las dificultades económicas o a una crisis, una cabra u oveja era un gasto significativo. ¿Sabes qué dice el verso 7? “Si no tienes lo suficiente para un cordero, podrás llevar al Eterno una ofrenda de expiación por tu pecado, que consistirá en dos tórtolas o dos palominos”. Uno para la expiación y otro para el holocausto. ¿Sabes qué? Entiendo que en este momento estás sin trabajo o no ha llegado la quincena. Dios dice: “Bueno, usa dos tórtolas o dos palominos”, que son animales muy comunes y económicos. Esto es lo más económico que puedes ofrecer. ¿Qué enseña Dios con esto? No quiere que la situación económica, en el caso de haber un templo, sea un impedimento para que una persona se acerque a Él y muestre el arrepentimiento en su corazón. Los sacrificios no sustituyen la verdadera teshuvá (arrepentimiento) que debemos hacer en nuestro interior.
Aquí no se trata de decir: “Aquí está el animal, la cabra, la oveja, así que ahora puedo irme tranquilo con mi conciencia”. No, Dios quiere que el proceso de arrepentimiento se complete o sea parte de esta ofrenda, donde el animal inocente representa tus pecados. Tienes que colocar tus manos sobre él y confesar tus pecados. Debes presenciar cómo la sangre del animal es derramada, para que veas las consecuencias de tus pecados.
Luego, en el verso 11, llegamos a una situación extrema relacionada con el mandamiento que estamos estudiando. Si no tienes lo suficiente para dos tórtolas o dos palominos, la situación económica es muy dura. Dios no quiere que eso sea una razón para no acercarnos a Él y no reconocer que hay perdón en Él, y que debemos arrepentirnos. En este caso, el pecador debe ofrecer una décima parte de un efa de flor de harina como ofrenda por su pecado. Esta harina se obtiene del trigo y es cruda, sin procesar. Es lo más económico que existe. Un efa de harina se considera la porción de comida de una persona en un día. Dice: “Si no tienes absolutamente nada, lleva al menos esta porción de lo que habrías comido ese día”.
¿Y qué nos está diciendo Dios con esto? Que incluso si eres muy pobre, puedes encontrar el perdón cuando quieras arrepentirte o buscarlo. Puedes acercarte a Dios, incluso si eso implica ayunar ese día para arrepentirte verdaderamente. Tal vez seas tan pobre que lo único que tienes es esta porción. Dirías: “Aquí está mi porción, me arrepiento y cumplo con lo que Dios nos manda”.
Hay que reflexionar un poco sobre los sacrificios, y hoy en día no podemos realizarlos. No hay sacerdocio ni templo. Sin embargo, el arrepentimiento sigue siendo válido, eso nunca cambiará.
En esa época, realizar este tipo de acciones como sacrificar animales y acercarse al templo impactaba más, porque la gente era más consciente del costo del sacrificio por sus pecados. Hoy en día simplemente imaginamos en nuestro corazón lo que nuestro Mesías sufrió, porque ese es el gran sacrificio, el sacrificio máximo. Pero creo que de alguna manera es saludable ser conscientes de las consecuencias de nuestros pecados, aunque no a través de un animal. Hoy en día no podemos hacerlo, pero algún día tomaremos conciencia de lo que realmente costó la ofrenda por nuestros pecados.
Y llegamos al punto donde dice que no debemos poner aceite ni incienso. ¿Por qué? Porque el aceite y el incienso eran elementos costosos o solían tener un alto costo. Se refiere al aceite de oliva, al aceite preparado, al aceite de la unción y otros tipos de aceites que se usaban, particularmente por los sacerdotes, así como al incienso que se utilizaba en el altar. Dios no quería que esta ofrenda se presentara de una manera “extravagante”, que el hecho de no tener aceite o incienso fuera motivo para no presentarse. Porque la ofrenda genuina de arrepentimiento no requiere tanta decoración ni tantos elementos.
Un ejemplo de arrepentimiento es Zaqueo. Él se arrepintió y se preguntó cómo podía demostrar que estaba arrepentido y que realmente estaba cambiando su vida. Dijo: “Devolveré a todos a quienes he defraudado el doble o el triple”, y además hizo una comida para todos para que vieran que había cambiado.
Ese fue su caso, ya que tenía posibilidades económicas, pero también había muchos otros casos de leprosos, personas enfermas, paralíticas, a las cuales no se les pedía que hicieran todo eso. Yeshua le dijo a un leproso: “Ve y preséntate a los sacerdotes y lleva la ofrenda que Moshé ordenó”. Esta ofrenda también estaba relacionada con el pecado, y podría haber entrado en este caso para aquellos que no tenían recursos.
Dios no quería que el aceite o el incienso fueran una excusa para no presentarnos ante Él. A veces sentimos que debemos tener una unción especial para sentirnos arrepentidos, pero aunque no lo sientas, inténtalo. Intenta arrepentirte, porque así es como se comienza. Finalmente, algún día lo lograremos.
Las ofrendas que se presentaban de esta manera, sin incienso ni aceite, no necesitaban ser complicadas. Lo que Dios busca de todo corazón es lo que dice el salmo de David: “Un corazón contrito y humillado no despreciarás”. Eso es lo que Dios quiere de nosotros, corazones dispuestos a mostrar en nuestro interior que estamos arrepentidos. El arrepentimiento es algo simple, sin incienso ni aceite, es práctico y no requiere tanto golpe de pecho como la historia del fariseo que se golpeaba el pecho y decía: “Dios, gracias porque no soy como aquel”. Algunas personas intentan demostrar su arrepentimiento de esta manera, pero Dios dice: “Yo sé lo que hay en tu corazón, y eso es lo que importa cuando nos arrepentimos con todo nuestro ser”.
Que el Padre permita que recordemos esto en cada momento en que pecamos, que nos facilita las puertas para llegar al arrepentimiento. No necesitamos complicar las cosas, no depende de nuestra situación económica, simplemente depende de nuestra voluntad de hacerlo.
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