Prohibición para el Metzora de rasurar el vello en el lugar del nétek (especie de llaga en el lugar del tzaraat).

Entonces le hará que se rasure, pero no rasurará el lugar afectado; y el sacerdote encerrará por otros siete días al que tiene la tiña. (Levítico 13:33 RVR60).

Explicación del mandamiento .

En este mandamiento se instruye que, al salir una llaga en la cabeza de un hombre o mujer, era el sacerdote quien examinaría la llaga después de pasados siete días, para así determinar si se trataba de lepra y comenzar con el proceso de purificación. En caso de no estar seguro, tendrían que transcurrir otros siete días más de aislamiento para determinar si la persona estaba contagiada de esta afección, pero debía de afeitarse la parte afectada. Cuando esta llaga se presentaba en la cabeza o la barbilla debía evitarse el rasurarse para evitar confusión a la hora de dar un diagnóstico. Y así como detrás de todo este proceso de diagnóstico, tratamiento y purificación de la lepra, siempre está presente la figura de un sacerdote, de la misma manera en nuestras vidas, el único que puede determinar nuestra limpieza o impureza, así como nuestra sanidad y purificación es nuestro Mesías y Sumo Sacerdote Yeshua.

Analizando el caso de Naamán el sirio en el libro de 2 de Reyes  5, quien padeció de esta afección, pero también experimento la sanidad y restauración completa por parte de Dios, podremos derivar varias lecciones y puntos importantes que nos ayudarán en nuestro caminar con el Eterno, tales como los siguientes:

La sierva que le aconsejó sobre buscar al profeta en Israel: nos enseña la bendición que puede traer una persona que conoce la Torá y al Dios de Israel a la vida de los que se encuentran a su alrededor. Seamos esa luz y sal de la tierra que nuestro Padre nos dice que somos, y seamos de bendición, trayendo sabiduría y paz a los demás.

Naamán tomó riquezas y bienes para llevarle al profeta: de la misma manera nosotros solemos buscamos soluciones terrenales, utilizando nuestros recursos y habilidades para resolver nuestros problemas. Aprendamos a buscar al Señor cualquiera sea nuestra situación, y a usar sus recursos y sus medios antes que todo lo demás.

El profeta Eliseo le envía un mensajero a Naamán diciéndole que se sumerja siete veces en el río Jordán y así quedaría sano, sin embargo, Naamán se molesta porque él imaginaba que la manera en que sería sano sería muy diferente: aquí podemos aprender que definitivamente nuestros pensamientos y caminos no son los mismos que los de Dios, y podemos pensar que mientras más compleja sea la alternativa, más certera y confiable será, no obstante, Dios a veces nos provee de maneras simples y sencillas para solucionar nuestros problemas, solo debemos confiar en Él y obedecerle.

Eliseo no recibió lo que le ofrecía Naamán, para darle gloria a Dios: en todo lo que hagamos, reconocer que es la gracia y misericordia del Eterno la que nos permite disfrutar de victorias y éxitos, no nuestra capacidad ni habilidades.

Naamán dice que ya no podrá ofrecer holocaustos a otros dioses, sino solo al Dios de Israel: de alguna forma Naamán sabía sobre el proceso de purificación sobre la lepra, y la necesidad de presentar holocaustos, por lo que aquí se observa un verdadero arrepentimiento y temor de Dios, que sin duda es el propósito de los juicios del Eterno, llevarnos al arrepentimiento.

Naamán pide perdón por anticipado porque sabe que tendría que apoyar a su rey al llevarlo a adorar al templo de sus dioses: muchas veces nuestras condiciones no nos permitirán guardar del todo las instrucciones del Eterno, pero al pedir perdón de manera anticipada, queda en evidencia el verdadero corazón de Naamán, de la misma manera Dios conoce nuestros corazones, y mientras esté a nuestro alcance cumplir sus mandamientos, hagámoslo, y los que no nos sea posible, Él verá la intención de nuestro corazón.

En Levítico 14:54-57 se nos detalla el propósito de todas estas instrucciones referentes a la lepra, enseñarnos a distinguir entre lo impuro e impuro, y una vez que conocemos las consecuencias de desobedecer al Eterno, aprender el temor de Dios, y si hemos caído, reconocer la importancia del arrepentimiento sincero para encontrar perdón y restauración al acercarnos a Él.

 

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