Mandamiento 30
No jurar en vano.
“No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano”. (Éxodo 20:7. RVR1960)
Explicación del mandamiento.
De aquí se desprende el mandamiento de no jurar en vano, instrucción que es bastante clara y entendible, simplemente implica el no poner el nombre del Eterno dentro de un juramento para estipular que algo es cierto o verdadero. Pero aunado al anterior, el pasaje también nos habla de no considerar el nombre del Eterno de forma vacía, vana o irrespetuosa. Es de esta porción que se deriva la prohibición rabínica de no pronunciar el nombre del Eterno. Sin embargo, hay evidencias de que era permitido, he inclusive promovido el pronunciar el nombre del Eterno dentro de cierto contexto.
Ejemplo de ello lo podemos encontrar en el libro en el capítulo 6 del libro de Números, donde se plasma la bendición sacerdotal, la cual se recita en cada Shabat (día de reposo) para bendición de la familia, incluyendo por supuesto a los niños.
“Jehová habló a Moisés, diciendo: Habla a Aarón y a sus hijos y diles: Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles: Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz. Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré”. (Números 6:22-27. RVR1960).
¿Qué nos indica esta bendición?
Que por instrucción misma del Eterno, los sacerdotes debían bendecir al pueblo de Israel pronunciando el nombre del Eterno, lo cual nos muestra que el no pronunciar el nombre del Eterno en sí mismo no estaba prohibido, sino el usarlo de forma irreverente, sin ninguna muestra de respeto y temor por Él, haciendo mal uso de él.
Probablemente Yeshúa (Jesús) pronunció el nombre del Eterno, lo que desató mucha controversia durante el juicio al que fue sometido por parte de los líderes religiosos de Jerusalén. Otro momento en el que se infiere también pronunció el nombre fue durante su arresto. En el capítulo 17 del libro de Juan se dice: “Y les he dado a conocer tu nombre”. Aquí Yeshúa se encontraba orando al Padre y menciona claramente que él les había dado a conocer el nombre del Eterno a sus discípulos.
Pronunciando su nombre.
Si hoy en día no pronunciamos el nombre del Señor, y en su lugar decimos “El Eterno, Señor, Adonai, y otros similares, es debido a que no tenemos la certeza de cómo se vocalizaba Su Nombre.Solo contamos con la referencia de cuatro letras que conforman su nombre en hebreo: “ YHWH (YUD HEI VAV HEI)”, pero dado que el hebreo no tiene vocales, la pronunciación siempre será incierta.
Además, como ya habíamos comentado en el capítulo 3 de Éxodo, el Eterno se reveló a Moshé y le dijo: “YO SOY EL QUE SOY (EHEYEH-ASHER-EHEYEH)”, YO SOY o YO SERÉ EL QUE SERÉ, implicando eternidad, de alguien que se encuentra fuera de la dimensión del tiempo.
El nombre es importante.
Cuando uno menciona un nombre y hace referencia a algo por su nombre, de alguna forma tienes conocimiento y dominio de ese objeto o concepto, pues, por ejemplo, al referirnos a una “mesa” es porque poseemos el dominio de ese concepto, le podemos llamar así porque en nuestro entendimiento está claro lo que es ese objeto, sus características y naturaleza, por eso nos referimos a dicho objeto por ese nombre.
Dentro de la cultura hebrea, el nombre es algo de suma importancia, debido a que implica el rol profético de la persona, las características y las funciones que está destinada a cumplir. Si definimos o determinamos cuál es el nombre del Eterno equivale a decir que entendemos claramente quién es El Eterno, y conocemos todas las características de quien es Él, entendemos su naturaleza, conocemos sus límites y lo comprendemos a cabalidad. Y como sabemos, esto no es posible, nos encontramos en un viaje de aprendizaje sobre quién y cómo es El Eterno.
Hoy en día existe una gran controversia sobre la pronunciación correcta del nombre del Eterno, al grado que muchos grupos y congregaciones se han dividido por este asunto.
Algunos afirman que su nombre es Yawhe, Yehová o Jehová, mientras que algunos en el judaísmo tienen prohibido hacer cualquier tipo de mención, por lo que prefieren llamarle Hashem, Adonay o Ha Kadosh Baruj Hu, entre muchos otros títulos, nombres y referencias que se utilizan para hacer referencia al Eterno.
El espíritu del mandamiento.
Pero más allá de conocer la correcta pronunciación del nombre del Eterno, lo más importante es vivir conforme a lo que ese nombre significa. Por ello es importante recalcar que siempre debemos buscar el espíritu del mandamiento, recordando que no solo es lo que leemos en el papel, no solo es la letra, sino entender y comprender la intención del mandamiento.
Es vital preguntarnos ¿cuál es el propósito por el que se dio ese mandamiento?
Y de esta manera obedecer la instrucción no sólo en el exterior, sino también en el interior, para no caer en lo que el mismo Eterno dijo de Israel: “de labios me honran, pero su corazón está lejos de mí”, ¿por qué dijo esto?
Porque el pueblo hacía las cosas por tradición y costumbre, estaban cumpliendo en la letra, en sacrificios, y ofrendas, pero su corazón estaba lejos de lo que verdaderamente el Eterno buscaba que hiciera.
Portando su nombre.
Por lo tanto, para comprender por qué el mandamiento dice: “no tomarás el nombre del Eterno en vano”, es importante entender la palabra hebrea Nashá (cargar, portar, levantar, jurar, o aceptar).Como vemos, esta palabra no solo se traduce como jurar, sino que también implica el cargar, portar, básicamente como cuando llevas sobre ti una envestidura o ropaje.
Algunos reglamentos o códigos para servidores públicos tales como los soldados en la marina y policías, estipulan que mientras porten el uniforme les está prohibido hacer ciertas cosas; no pueden entrar a determinados lugares, inclusive existen sitios donde la entrada a uniformados está restringida porque ellos representan una autoridad.
Hoy día vestimos con ropa diferente, pero si todos nos vistiésemos igual, con un uniforme, en cuanto saliésemos, la gente entendería que formamos parte de algo, que nos identificamos con alguien, o representamos algo en común.
Vestidos con su nombre.
Sería increíble imaginar que todos los días, antes de pensar qué ropa nos vamos a poner, pensáramos en que vamos a portar el nombre del Eterno. Que nos vistamos y carguemos el nombre del Eterno implica no tomar Su nombre en vano.
En el plano terrenal, si un uniformado no porta su vestimenta con dignidad, pueden expulsarlo, debido a que le está faltando al respeto a la institución que representa, no otorgándole la honra que merece.
Por lo tanto, no tomar el nombre del Eterno se resume en “no portar ese nombre como si fuese cualquier cosa, y no darle la importancia debida.”
Sellados.
“Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel”. (Apocalipsis 7:4. RVR1960).
No pensemos que el nombre que Él puso en nosotros, el sello que puso en nosotros es como el de cualquier institución terrenal. En este versículo se dice que se sellarán ciento cuarenta y cuatro mil, tal como el sumo sacerdote era sellado, quien debía portar el nombre del Eterno dignidad, temor y una reverencia que tenía que ser palpable y visible para todos.
Nuestra responsabilidad.
Nuestra responsabilidad como hijos del Eterno es llevar con esa misma dignidad y reverencia el nombre del Eterno. En este mundo, cuando alguien agravia a la familia se dice “deshonró el nombre de la familia, manchó el nombre, el apellido.” Algo similar sucede con el Eterno cuando usamos su nombre en vano. La consideración de esta Kehilá (congregación) no es que el nombre no sea importante, sino que es aún de mayor importancia obedecer a Aquel que representa ese nombre, seguir la esencia de Su Nombre, portar con dignidad el nombre que el Eterno nos ha dado y revelado.
En el nombre está la misión.
A diferencia de nosotros, el nombre del Eterno puede ser diferente, dependiendo de la función que desempeñe en el momento. Se dice que los ángeles no tienen nombre, y que por eso Jacob cuando estaba luchando con un ángel, y le preguntó a este ser – ¿Cuál es tu nombre? El ángel respondió: – ¿Por qué preguntas por mi nombre? Porque una vez que un ángel ha cumplido la misión a la que fue enviado, se dice que pierde su nombre, dado que este representa precisamente su misión. Pero en el caso del Eterno es imposible señalar a un solo nombre, una sola misión, y que eso represente todo lo que Él es. Muchas veces en nuestro corazón Él nos guía a que le llamemos Abba, o Padre, en otras ocasiones se manifestará como nuestro Protector, nuestro Guardador, o Proveedor, etc. ¿De qué depende esto? De nuestra necesidad y del papel que Él esté desempeñando en el momento que estemos viviendo.
Conclusión.
Más allá de la pronunciación, más allá de las letras, lo que importa es la honra con la que portamos Su Nombre. Ese es el espíritu de este mandamiento y por supuesto el no jurar en el nombre del Eterno en vano.
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