No desear objeto alguno de nadie.

Deuteronomio 5: 21:

No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo. (Deuteronomio 5: 21 RV60)

Explicación del mandamiento:

En el libro de Éxodo, capítulo 20, ya se examinó este tema con otro enfoque.  Con respecto a Deuteronomio 5:21, estas son las llamadas diez declaraciones o conocidos también universalmente como los diez Mandamientos, que forman parte de lo que dice la segunda tabla de la ley que El Eterno le otorgó a Moisés, siendo los primeros cuatro mandamientos de la primera tabla referidos a nuestra relación con Dios y en la segunda tabla seis que corresponden a nuestra relación con el prójimo. 

Vivimos en un entorno en el que justamente la sociedad, nuestro estilo de vida, nos lleva a querer más, nuestro Yetzer Hará (inclinación al mal) no nos permite estar saciados, satisfechos, lo que nos va a incitar a buscar justamente transgredir este mandamiento ocasionando daños gravísimos que llevaran a la transgresión de los otros nueve. Esta codicia, por ejemplo, de desear la mujer de tu prójimo, puede llevar al adulterio, el desear la casa de otro va a llevar a mentir, robar, matar, a transgredir el Shabat, deshonrar a los padres, caer en idolatría, o sea transgredir el resto de los nueve Mandamientos. Es curioso que esté al final, pero podría estar al principio, porque de ahí se desatan las demás transgresiones: el adulterio, robo, asesinato, etc., donde la raíz de todo tiene que ver con la codicia, con este deseo desordenado, fuera de sujeción al espíritu de Dios que nos va a llevar a este nivel de pasar por encima de otros. 

La palabra “codiciar” que aparece en el versículo 21 es una palabra hebrea”kjamát” es la palabra #2530 dentro del diccionario strong, que significa algo que es muy amado, se puede traducir incluso como amor, pero en otro sentido, algo codicioso, delicioso, deseado, algo que estimamos, que es precioso, preciado, llegando a un punto en que puede hacer salir de la realidad o distorsionarla de esta realidad. 

Es un mandamiento sumamente amplio que hay que analizar poco a poco, ya que todos tenemos una inclinación al mal, un  Yetzer Hará así se le conoce en el hebreo, una naturaleza pecaminosa que se traduce como la carne. El apóstol Pablo en la Carta de Gálatas dice en el capítulo 5: “el deseo de la carne es contra el espíritu y el del espíritu es contra la carne”, el espíritu y la carne se contraponen, se oponen entre sí para que no hagas lo que quieres, es un combate continuo para no llegar a transgredir este mandamiento.

El comentarista Rashid, un rabino judío, llegó a decir: “El ojo ve, el corazón desea y luego va el cuerpo y peca”. Es como el proceso del pecado. Así se inició el pecado en la tierra: viendo este árbol que fue codiciable a sus ojos, extendió la mano porque estaba a su alcance, y se concretó el pecado. ¿De qué manera podemos combatir este deseo, cuidarnos? Este precepto va enfocando a la intención más que a la acción, por ejemplo la codicia es algo interno que tiene que ver con la intención, pero no quiere decir que no sea tan dañino como la acción misma. Dios ve la intención y eso es lo que tenemos que cuidar, ser conscientes de cada situación, ya que tenemos una naturaleza pecaminosa que nos va a tratar de arrastrar hacia el pecado.

Proverbios 27:20 dice: el ojo del hombre jamás se sacia, 

El Seol y el Abadón nunca se sacian; así los ojos del hombre nunca están satisfechos”. (Proverbios 27:20 RV60)

De repente pueden venir deseos, puede venir la tentación, no es un pecado ser tentado, lo que es pecado es caer en él, dejarnos llevar, no detenernos como Adán y Eva. Debemos madurar, estar conscientes que todos tenemos carencias, pero aun así buscar este estado de armonía, de satisfacción, un estado de paz interior, de Shalom

Aun el mismo rey David transgredió este mandamiento, vio a la mujer del prójimo, la deseo, la codició y eso lo llevó a una serie de pecados, a los otros nueve, levantar falso testimonio, asesinato, derramamiento de sangre, robar la integridad de una persona, robar la mujer del prójimo, etc.

La única satisfacción de lo que tenemos es por medio de los aspectos espirituales, reforzando nuestro Yetzer HaTov. Esta idea la maneja el apóstol Pablo, la idea de “muere a ti mismo, ya no vivo yo, sino que vive el Mesías en mí y lo que ahora vivo, lo vivo en la fe del hijo de Dios”. También lo manifiesta en la Carta de Gálatas cuando dice:” porque para mí, yo ya estoy crucificado y el mundo para mí”, o sea, renunciar a todo lo que pueda ofrecer el mundo para dejar de ser tentado en desear cosas que no tienen relevancia, ya no voy a codiciar, sino que voy a ver las cosas con la perspectiva correcta, alimentar la inclinación al bien, dejar las cosas que no nos corresponden, cosas negativas que no son para nuestro bien. 

El Eterno tiene tesoros y cosas mucho más valiosas que las que codiciamos en nuestra carne, esas son las que debemos de buscar, esto no es una cuestión que nace de la noche a la mañana y automáticamente Dios las va a depositar en nuestro corazón, es algo que tenemos que anhelar, tenemos que pedirle, buscar, lo que Implica darnos cuenta de que muchas de las cosas que hemos codiciado realmente no son la felicidad, no nos darán la satisfacción verdadera, sí, el sujetar nuestros deseos a la voluntad de Dios, cuando nosotros llevamos nuestros deseos al Eterno Él nos va a dar paz, lo tengamos o no lo tengamos, lo obtengamos o no lo obtengamos. 

La palabra clave para no transgredir este mandamiento es “contentamiento”. 

Dice Filipenses 4:11:

 “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme. Cualquiera que sea mi situación, sé vivir humildemente y sé tener abundancia en todo y por todo. Estoy enseñado así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia, como para padecer necesidad, todo lo bueno en el mesías que me fortalece” (Filipenses 4:11 RV60).

 Pablo fue un hombre que aprendió a morir a sí mismo, que aprendió a renunciar a su propia carne de sus propios deseos y eso evitaba estar viviendo y sufriendo por estar codiciando, el contentamiento es una cuestión que tenemos que aprender. Aprender a contentarnos con lo que no tenemos, cuando se nos quita y empezamos a valorar, a apreciar lo que teníamos antes, ahí viene el verdadero contentamiento. Cuando lleguemos a este punto nos vamos a olvidar si estamos o no trasgrediendo este mandamiento, porque simplemente habremos muerto a los mismos, cuando tengamos nuestras prioridades bien establecidas.

Santiago 4:1-4:

”¿de dónde vienen las guerras y los pleitos entre ustedes? ¿No es de vuestras pasiones las cuales combaten vuestros miembros? Codician y no tienen, matan y arden de envidia y no pueden alcanzar, combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis porque no pedís, pedís y no recibís porque pedís mal para gastar en vuestros deleites. Oh, almas adúlteras, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?. Cualquiera, pues que se quiera hacer amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.” (Santiago 4:1-4 RV60). 

Conclusión:

Tenemos que morir a nosotros mismos, crucificar cada día nuestras pasiones y deseos, lo que va a traer felicidad real, gozo en el espíritu, busquemos lo que va a traer paz y armonía a nuestras vidas y no felicidad momentánea, cuidemos, obedezcamos este mandamiento, examinemos nuestro corazón, qué tantas cosas codiciamos todos los días y oremos, pidamos al Eterno que nos ayude a despojarnos de todo esto, reforzando el ámbito espiritual en nosotros para evitar transgredir.

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