Mandamiento 493
Mandamiento 493 | No erigir monumentos destinados a la idolatría
No erigir monumentos destinados a la idolatría.
“Ni te levantarás estatua, lo cual aborrece el Señor tu Dios.” (RV 60)
Análisis, Contexto y Fundamento del Mandamiento:
El mandamiento número 493 aborda la temática de la idolatría, La idolatría un pecado común en la Biblia, ya que numerosos mandamientos se relacionan con ella. El Creador nos advierte y prohíbe la idolatría, consciente de su profunda arraigo en la naturaleza humana.
Consideremos dos pasajes adicionales:
Levítico 26:1 nos instruye: “No fabricaréis ídolos para vosotros, ni erigiréis escultura o monumento, ni colocaréis en vuestra tierra piedra pintada para postraros ante ella; porque yo soy Jehová vuestro Dios.” (Reina-Valera 1960)
Éxodo 20:4-6 establece: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas, ni las servirás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte y celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de aquellos que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.” (Reina-Valera 1960)
El contexto es la revelación de los Diez Mandamientos. La instrucción es clara: no crearás ninguna imagen o semejanza de lo celestial o terrenal, nada que pueda representar al Eterno, quien es invisible. Yeshua también lo expresó diciendo: “Dios es Espíritu”. Esto implica no solo su invisibilidad, sino también la imposibilidad de limitarlo a una forma física o material.
La esencia de este mandamiento es no representar a Dios mediante imágenes. Incluso con buenas intenciones, se debe evitar por todos los medios posibles.
Se relata que una de las maravillas de visitar la Tierra de Israel, en los tiempos del Templo, era encontrar un santuario sin estatuas ni imágenes. Los visitantes preguntaban dónde estaba su Dios, esperando ver una foto o una estatua, como era común en otros templos. La respuesta era que Dios estaba allí, aunque invisible.
Para los visitantes extranjeros, esta noción era incomprensible, pero eventualmente se convertía en un testimonio poderoso de un Dios único e invisible, sin imagen ni estatua. No es que Dios deteste las estatuas per se; dentro del judaísmo, tanto el jasídico como el ortodoxo, se evita la creación de estatuas o imágenes para prevenir la idolatría.
Aunque en el Templo había estatuas e imágenes, como los querubines en el Propiciatorio y los grabados en las puertas del Templo de Salomón, quienes conocen al Eterno saben que estas no son representaciones de Dios. La idolatría surge cuando se asocian estas imágenes con atributos divinos o se espera de ellas un milagro.
Es importante reconocer esta perspectiva. Dentro del judaísmo, existe un celo significativo por evitar cualquier imagen que pueda transgredir este mandamiento. No obstante, también es necesario discernir entre decoración y idolatría.
El Eterno no permitiría la construcción de monumentos que pudieran confundirse con ídolos, ya que su presencia no coexiste con ellos. Durante la época del Templo, se evitaba la presencia de estatuas para no inducir a error a quienes buscaban a Dios.
Debemos abstenernos de participar en la creación de estatuas o figuras asociadas a ídolos. En mi experiencia personal en mercadotecnia, he rechazado campañas publicitarias que promovían objetos de idolatría, alineándome con mis creencias.
La idolatría puede manifestarse en los lugares más inesperados, y es nuestra responsabilidad estar conscientes de su presencia y evitarla.
Reflexión sobre la Idolatría y el Templo Interno:
Es imperativo atender a un aspecto más introspectivo, que concierne directamente a nuestro ser. Como se menciona en 1 Corintios 6:19:
“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (Reina-Valera 1960)
El apóstol Pablo nos recuerda que nuestro cuerpo es un templo sagrado, destinado a ser la morada de Dios. Por ende, no debemos permitir que los ídolos invadan nuestro corazón, impidiendo así que el Espíritu Santo habite en nosotros. No es posible estar llenos del Espíritu y, al mismo tiempo, albergar ídolos en nuestras vidas.
La idolatría adopta innumerables formas, algunas más sutiles que otras. Más allá de las evidentes estatuas o imágenes, la idolatría puede manifestarse en nuestra carrera, trabajo, relaciones o incluso en la riqueza. Todo aquello que se arraiga en el corazón y se antepone a Dios, se convierte en un ídolo.
El Espíritu de Dios, la Ruaj, no cohabita con ídolos. Si permitimos que la idolatría se instale en nuestras vidas, el Espíritu Santo se retirará, declarando que no hay lugar para dos señoríos. Por tanto, es esencial que reflexionemos sobre esto, conscientes de que nadie está libre de caer en la idolatría, que puede erigirse en el centro de nuestro hogar y corazón sin previo aviso.
El mandamiento 493, estrechamente vinculado con el anterior, es crucial para nuestra comprensión y reconocimiento de estas verdades.
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