Mandamiento 606 y 607
Declaración al entregar las primicias del Eterno
606: Recitar los versículos estipulados en la Torá al momento de entregar los primeros frutos en Jerusalén.
607: Declarar en el Templo de Jerusalén que hemos separado los diezmos y ofrendas, y que hemos cumplido con la obligación respectiva.
Cuando hayas entrado en la tierra que El Señor tu Dios te da por herencia, y tomes posesión de ella y la habites, entonces tomarás de las primicias de todos los frutos que sacares de la tierra que El Eterno tu Dios te da, y las pondrás en una canasta, e irás al lugar que tu Dios escogiere para hacer habitar allí su nombre. (Deuteronomio 26:1-2).
Vamos a ciertos versículos. Este es un pasaje muy hermoso por todo lo que implica. Dice en el verso uno “cuando hayas entrado en la tierra que El Eterno tu Dios te da”, por herencia. Está hablando en futuro, pero lo da por hecho. Recordemos que cuando Moisés escribe estas líneas, todavía no entran a esa tierra; pero cuando dice “cuando hayas entrado a esa tierra que El Eterno te da por herencia, da por hecho que lo van a lograr, asegura y da por hecho que van a entrar; y esto es fe, esto es confianza en Él; y esto es algo que no debemos perder: Si Él ha prometido, va a cumplir. Dice el verso 2: “Tomarás de las primicias, que es la palabra Vikurim. De esto se tratan estos mandamientos: de las primicias, de lo que nosotros debemos darle al Eterno, darle por lo mucho que nos ha dado; porque dice: tomarás de las primicias de todos los frutos que sacares de la tierra que El Eterno tu Dios te da; o sea, ya habrás sembrado, ya habrás cosechado, así que ya tienes para dar. Si Dios te pide, es porque te da primero. Esa es la regla general.
De acuerdo al Midrash, que es una recopilación de algunos elementos de la ley, se dice que se ponían en una canasta, porque el verso 2 dice: “los pondrás en una canasta”, dice que los acomodaban en capas. Hay 7 especias muy representativas de la tierra de Israel, que son el trigo, la cebada, la vid, los higos, las granadas, las aceitunas y los dátiles; son como los 7 elementos de la tierra de Israel, y representan la abundancia, la fructificación, la bendición. Aunque dicen que es solamente uno de estos elementos el que se tenía que llevar, mientras más se dieran, más era la bendición que recibía el que lo daba y mayor el reconocimiento de lo mucho que El Eterno le había dado. Se acomodaban en una canasta y se llevaban; ahora dicen que cuando empezaban a crecer en el campo alguna de estas especies, lo que hacía el propietario, es que le amarraba un hilito rojo. Lo marcaba para saber que esa era la primicia.
Hay 2 opiniones de cuándo generalmente se llevaban estas primicias: unos dicen que se llevaban en el último día de Pesaj, en el séptimo día; otros dicen que se hacía durante la temporada desde Shavuot hasta Jánuca, que se tenía todo ese lapso de tiempo para llevarlas. Lo que sí se describe es que se llevaban en grupo: se juntaban muchas familias y acudían en grupos grandes a llevarlas a Jerusalén. Se dice que iban cantando en el camino, que iban flautistas, que se dormían en la intemperie, ya que no se podían contaminar como personas, para poder participar en estos diezmos y ofrendas que se llevaban, de poder entrar al templo en santidad; no se podían hospedar en casas, ya que si alguien falleció, si tocaban un cadáver, quedaban desacreditados. Era todo un peregrinaje, increíble, maravilloso, de muchísimo gozo. ¡Se dice que recitaban el Salmo 122, que dice: “yo me alegré con los que me decían a la casa del Señor iremos! Era todo un momento festivo.
Dice el verso 3; Te presentarás al sacerdote que hubiere en aquellos días, y le dirás: Declaro hoy al Eterno tu Dios, que he entrado en la tierra que juró Hashem a nuestros padres que nos daría. Se presentan ante el sacerdote, porque es un representante de Dios, actúa como un representante. Se dice que el sacerdote ponía sus manos bajo la canasta, y de los bordes la sostenía el que la llevaba, entonces la mecían juntos y después las ponían a un costado del altar. Luego el que las ofrecía hacia la siguiente declaración, que es lo que dice el verso 3.
Y te presentarás al sacerdote que hubiere en aquellos días, y le dirás: Declaro hoy a Jehová tu Dios, que he entrado en la tierra que juró Jehová a nuestros padres que nos daría. (Deuteronomio 26:3).
Seguramente Dios también quiere escuchar esas palabras cuando lleguemos delante de su presencia, a la verdadera tierra prometida y que podamos decir: Señor, tú has cumplido tus promesas en mi vida, tú eres fiel, tú no me has dejado aquí y yo estoy aquí como testigo ante todos, de que tú eres veraz.
Y el sacerdote tomará la canasta de tu mano, y la pondrá delante del altar del Eterno tu Dios. Y el sacerdote tomará la canasta de tu mano, y la pondrá delante del altar del Eterno tu Dios. Entonces hablarás y dirás delante del Eterno tu Dios: Un arameo a punto de perecer fue mi padre, el cual descendió a Egipto y habitó allí con pocos hombres, y allí creció y llegó a ser una nación grande, fuerte y numerosa; y los egipcios nos maltrataron y nos afligieron, y pusieron sobre nosotros dura servidumbre. Y clamamos al Eterno Dios de nuestros padres; y Hashem oyó nuestra voz, y vio nuestra aflicción, nuestro trabajo y nuestra opresión; y El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte, con brazo extendido, con grande espanto, y con señales y con milagros; y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, tierra que fluye leche y miel. (Deuteronomio 26:4-9).
Estas palabras se recitan los versículos estipulados en La Torá, al momento de entregar los primeros frutos en Jerusalén. Y no solo es cumplir con decirlo, esto se tenía que decir con el corazón. El mandamiento en sí, no está hablando solo de entregar las primicias, sino de recitar estos versículos, “un arameo a punto de perecer fue mi padre”. Qué idea piensan que hay detrás de esto, ¿a qué arameo se referirán? A Jacob, y no es un título que resalte cualidades, es una forma de mostrar como una raíz de humildad. O sea, Jacob no es que haya sido tal cual un arameo, pudo haber dicho un hebreo, más no dice hebreo, porque Abraham fue un hebreo, uno que cruzó el río y que tomó esta identidad como hebreo, pero Jacob, digamos que se convirtió en Israel, el primer israelita. Sin embargo, el hecho de llamarle arameo, fue porque en su momento, también Jacob se fue a la tierra de Padam-Aram y habitó como forastero y se convirtió prácticamente en un arameo, junto con su suegro, Labán.
La idea es recuerda tu peregrinaje espiritual, recuerda tu travesía espiritual, recuerda tu caminar, tu historia, tu travesía con Dios y por eso se dice que es un recuerdo de las penurias, de las aflicciones, de todo lo que sufrieron, empezando por Jacob, porque Jacob se considera que fue un hombre que sufrió mucho en la vida; desde el vientre de su madre sufrió mucho porque su hermano ya lo quería matar, todavía no nacía y los bebés estaban luchando; su vida fue una constante lucha, lo engañó su suegro, sus hijos, sufrió la pérdida, al menos en la mente de la muerte de su hijo amado, la muerte de su esposa amada, vivió momentos muy complicados.
Concluye esta sección con el versículo 10:
Y ahora, he aquí he traído las primicias del fruto de la tierra que me diste, oh Eterno. Y lo dejarás delante del Eterno tu Dios, y adorarás delante del Eterno tu Dios. (Deuteronomio 26:10).
Por eso dice: Y ahora, o sea, en este momento, recuerda y mira hasta donde he llegado, Señor, de no tener nada, de no ser nada, ahora estoy aquí en Jerusalén trayendo las primicias del fruto de la tierra que tú me diste. Tú me diste primero y por eso yo te puedo dar. Dice: “lo dejarás delante del Eterno tu Dios y adorarás delante del Eterno tu Dios. El dar es una forma de adorar, el dar es un acto de servicio al Señor. Quizás no podamos verlo tan espiritual, pero cuando tú y yo ponemos un billete en un sobre para El Eterno, cuando estamos dando nuestros frutos, nuestras primicias, es una forma de adorarle también. No está desconectado, y no tenemos que ir hasta Jerusalén para lograr este recuento y esta reconección y hacer esta conciencia. Por eso, el mandamiento implica recitar y declarar por el poder que tienen las palabras, por lo que eso puede implicar.
Te alegrarás en todo el bien que El Eterno tu Dios te haya dado a ti y a tu casa, así tú como el levita y el extranjero que está en medio de ti. (Deuteronomio 26:11).
Aquí podemos entender: Dios ama al dador alegre, ver que sus hijos le puedan dar con gratitud, y con esta perspectiva, con este entendimiento.
Cuando acabes de diezmar todo el diezmo de tus frutos en el año tercero, en el año del diezmo, darás también al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda; y comerán en tus aldeas, y se saciarán. (Deuteronomio 26:12).
No solo se llevaban las primicias en este peregrinaje, sino también se llevaba, el diezmo que le correspondía a los levitas, y un tercer diezmo, o un segundo diezmo, se le llama en ciertos casos, que era el que se daba cada tercer año, que se usaba específicamente para los pobres; se le llama mazer aní, que es el que se usaba para las necesidades de los que se encontraban como extranjeros, ciertos levitas, huérfanos, viudas y era parte de lo que se llevaba, parte de lo que se participaba.
Y dirás delante de Jehová tu Dios: He sacado lo consagrado de mi casa, y también lo he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que me has mandado; no he transgredido tus mandamientos, ni me he olvidado de ellos.(Deuteronomio 26:13)
Y dirás delante del Señor tu Dios, He sacado lo consagrado de mi casa, eso se interpreta como el primer diezmo: Maser Reshim, el primer diezmo, el 10%, después dice y también lo he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que me has mandado. Esta parte, refiriéndose al levita, extranjero, huérfano y viuda, se refería al llamado segundo diezmo, o diezmo del pobre, que de acuerdo a muchos, se daba cada tercer año. Eran ciclos de 7 años, cada 3 y cada 6, o sea, en tercero y en el sexto, se daba este segundo diezmo, adicional al primer diezmo. Se separaba el primer diezmo, y se sacaba un segundo diezmo, que cada tercero y cada sexto año, se usaba específicamente para eso, se llevaba al templo, y ahí los levitas lo repartían a los pobres. Dice al final del verso 13: “No he transgredido tus mandamientos ni me he olvidado de ellos. Qué hermoso que dice El Eterno esto: “No me he olvidado de ti, cuando tengo también en abundancia, cuando también puedo dar; ya que solemos olvidarnos de Elohim, cuando las cosas van bien, cuando nos sobra; o sea, cuando nos falta, clamamos, rogamos, nos hincamos y cuando hay, nos olvidamos. Dios nos dice, no te olvides, por supuesto, de Él, pero tampoco te olvides de los pobres, de los que necesitan.
¿Por qué el recitarlo? Esto en hebreo se llama Bidui maser. Bidi es un término que se usaba cuando se llevaba un sacrificio, una ofrenda de pecado, se ponían las manos en la cabeza del animal y se hacía un bidui, que era una confesión, se declaraban los pecados que se habían cometido, se confesaban verbalmente; Porque el hecho de confesar con la boca, es que ha habido una reflexión en nuestro corazón. Lo que callamos es porque quizás no lo hemos pensado, no lo hemos considerado lo suficiente. Pero cuando la persona hacía estas declaraciones, es porque las había pensado, las había reflexionado; era tomar conciencia de los actos y de toda esa experiencia vivida y además servía como testimonio, porque no nada más era para el padre o el jefe de familia, sino como testimonio también para los hijos; para que ellos supieran.
Esto también nos sirve para despojarnos del egoísmo, de la tentación de quedarnos siempre todo, porque lo más tentador es siempre dar lo primero que salía, quererte quedar tú primero eso. Esto generaba también el autocontrol, el reconocer que todo era del Eterno, que todo era para Dios. Así que, la idea de dar, es aumentar la generosidad, es una idea de combatir nuestra avaricia.
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