Aliviar la carga excesiva que lleve una persona o animal

“Si encuentras extraviado el buey o el burro de tu enemigo, devuélveselo a su dueño.
Si ves que el burro de alguien que te odia cayó debajo de su carga, no pases de largo. Detente y ayúdalo.” (Éxodo 23:4-5 NTV)

Explicación del mandamiento.

Este mandamiento nos enseña a ser amables y amar inclusive a nuestros enemigos. Según la interpretación del Midrash, en esta ordenanza se afirma qué hacer cuando encuentres al asno de tu enemigo caído, perdido o extraviado, siendo nuestro deber y obligación devolverlo.

Además, no solo involucra al ganado, sino también es aplicable con nuestros semejantes, ya sea nuestro hermano o nuestro enemigo. En el sentido de la humanidad, tenemos que tratar con dignidad a nuestros enemigos, aun en el mundo, de acuerdo con las leyes internacionales, hay ciertas regulaciones donde debemos de respetar a nuestros enemigos, prohibiendo el escarnio o uso excesivo de la fuerza.

El Eterno nos dio estas leyes para que podamos observar y regular nuestros pensamientos acerca de nuestros enemigos, porque, si solo amamos a nuestros amigos, qué mérito tendría, lo cual podemos reafirmar con los siguientes pasajes.

En Proverbios 25:21 nos encontramos con una invitación y una enseñanza, que dice: “Si el que te aborrece tuviere hambre, dale de comer pan, Y si tuviere sed, dale de beber agua” (RVR60), podemos apreciar la misericordia y el amor del Eterno aún hacia el enemigo. Por su parte, en el libro de 2 de Reyes, se encuentra la historia de Eliseo, quien, al suplicar al Eterno por su intervención divina, este de manera milagrosa cegó a los enemigos sirios, de tal manera que, guiados por Eliseo, terminaron en medio de Samaria, por lo que el rey de Israel consultó a Eliseo si debían matarlos, y él respondió: “Claro que no! —contestó Eliseo—. ¿Acaso matamos a los prisioneros de guerra? Dales de comer y de beber, y mándalos de regreso a su casa, con su amo.” (2 Reyes 6:22 NTV).

Aquí podemos observar que el trato digno hacia el enemigo puede generar frutos, hasta el punto de ganarnos su simpatía, al experimentar el trato respetuoso y digno, y no violento y desconsiderado, pues en el siguiente versículo se nos dice: “Entonces el rey hizo un gran banquete para ellos y luego los mandó de regreso a su amo. Después de este incidente, los saqueadores arameos se mantuvieron lejos de la tierra de Israel.” (2 Reyes 6:23 NTV).

En 2 de Crónicas 28:15 encontramos otro ejemplo, donde se llevó a cabo una guerra entre Judá e Israel, siendo vencedor este último, por lo que llevaron prisiones al territorio de Samaria, no obstante, El Eterno habló a los líderes de Israel a través del profeta Obed, exhortándoles que, si bien habían vencido a Judá porque el Señor los había usado como instrumento de justicia, debido a las transgresiones de Judá, no debían aprovecharse y abusar de ello, dado que eran sus hermanos. Por lo que se levantaron los hombres que habían sido designados por nombre, regresando el botín que habían obtenido, dando a los cautivos vestidos y sandalias, comida, bebida, e inclusive curaron sus heridas con aceite, para después dejarlos en libertad.

El anterior es un claro ejemplo sobre cómo amar a nuestros enemigos y no tomarlos por escarnio, algo que también es claro en el Nuevo Testamento, más específicamente en el Sermón del Monte (Mateo 5:44), donde Yeshúa les enseñó a sus discípulos, entre muchas otras cosas, a amar a sus enemigos, así como aquellos que los persiguiesen. En línea con esta enseñanza, el apóstol Pablo, en su carta a los Romanos, capítulo 12, versículo 20, nos manda a dar de comer a nuestros enemigos si estos tienen hambre, y a darles de beber si tienen sed, ya que, de acuerdo con el apóstol, haciendo esto amontonaremos “carbones encendidos de vergüenza sobre su cabeza” (NTV).

Conclusión:

Este es un mandamiento ciertamente positivo, que nos ordena el buscar alivio a nuestros contrincantes, y de igual forma cuando vemos a un animal caído de nuestro enemigo. Según la interpretación de los rabinos, era más importante ayudar primero a nuestros enemigos primero que aun a nuestros amigos, al punto que si viéramos a ambos en la misma situación, tendríamos que ayudar a nuestro enemigo primero, para ser testimonio del amor y las enseñanzas de nuestro Padre.

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