No tomar prenda en garantía por los propios medios, a causa de una deuda, sino por medio de un enviado del tribunal y una resolución de este.
Cuando entregares a tu prójimo alguna cosa prestada, no entrarás en su casa para tomarle prenda. Te quedarás fuera, y el hombre a quien prestaste te sacará la prenda. (Deuteronomio 24:10-11 RV60)
Explicación del mandamiento:
Este mandamiento se considera que entra en causa de préstamos, en el sentido de deudas, acreedor – deudor y en algunos casos no solo es una cuestión de prestar como tal, por ejemplo; te presto mi herramienta y como no me la devolviste, voy y la tomo; bueno, por supuesto que eso también implica en el sentido más simple del mandamiento, como lo podemos leer, si tú entregas algo a tu prójimo prestado y no te lo devuelves, dice: “No entres y lo tomes”; porque sería una descortesía, una falta de respeto; sino “Que te quedarás fuera”, es más bien lo que dice aquí y como se interpreta dentro del judaísmo; es que implica que cuando alguna persona que se comprometía en alguna deuda, podía dejar alguna prenda u objeto como garantía del préstamo, ya leímos en otro mandamiento que no se podía tomar en prenda algunos objetos que servían para producir alimentos, entre ellos la rueda de molino.
En primera instancia, el mandamiento implica que, si le prestaste algo a tu prójimo, no entres a su casa a tomarlo o arrebatarlo por la fuerza, pero si en un momento dado, ese prójimo que por alguna deuda no puede pagar, tú no entres, saques y te cobres mediante sus objetos la deuda que te debía.
La Torá pone un límite a las formas, aunque una persona se sienta con todo el derecho legal de cobrar lo que se le debe, dice: “Si te debe, pero tú no puedes entrar en la privacidad de esta persona, tú no puedes llegar a su casa y tomar lo que te debe o lo que te dejo en prenda o lo que le prestaste”.
Es una Mitzvá (מצוה mandamiento) de orden social, que nos muestra el corazón de la Escritura. Que nos muestra el corazón del Eterno, cómo el amor al prójimo no se debe de perder ni aun en casos de préstamos, ni en caso de cobro de deudas.
Existen muchas relaciones que son deterioradas por cuestiones económicas, siempre el dinero es un tema delicado, siempre es una situación con ciertas aristas, que debe tomarse con pinzas, sin importar si es familia o no, amigos, hermanos, quien sea siempre son temas delicados.
Algunas veces se genera un problema más grande lastimando más las relaciones, por la forma en la que se cobra o la tardanza en pagar.
Hoy en día esto no es muy común entre hermanos, porque si una persona necesita un préstamo va a una institución bancaria, donde se hace un proceso diferente, pero en aquellos días, era común que una persona dejara un objeto en empeño como garantía, para que cubriera lo que debía, el acreedor tenía el derecho de tomar esa prenda o ese objeto para liquidar la deuda, cancelar la deuda que tenía, pero bueno, no está hablando aquí que a la persona se le perdonará la deuda, simplemente lo que dice es que se le pone un límite, la Torá es muy clara, cuando dice: “No entres a casa de tu prójimo, no entres a casa de tu hermano para tomarla por tu propia mano, que sea él el que te lo entregué”.
Parece extraño, pero sí tiene mucho sentido, porque en la cultura bíblica, la cultura hebrea, el honor, la integridad de las personas era sumamente importante, incluso mucho más que el dinero.
Yo creo que la Torá con este mandamiento busca cuidar el honor, la integridad de una persona, la imagen de esa persona para con sus hijos y con la sociedad, así como que la relación entre el deudor y el acreedor no se vea tan deteriorada al punto que ya después no se puedan ni hablar, no se pueden ver, no se pueda ni restaurar la relación, al final del día, pensemos como en estos casos, la gente se seguía viendo en el templo o en la sinagoga o en la congregación, seguían siendo hermanos en la fe, a lo mejor si un malentendido, o lo que fuera, pero la relación iba a continuar y se iban a seguir viendo en otros lugares, en ese tiempo los pueblos eran pequeñitos, las ciudades eran muy pequeñas, tarde o temprano te lo ibas a encontrar en la carnicería o en la lechería o en la carretera o como yo decía en la sinagoga, con este mandamiento se evitaría que las relaciones se deterioraran, que no hubiera mayor desgaste en una situación así; por supuesto siempre será incómodo; pero aquí por lo menos da la oportunidad para que no se viera tan afectada.
Entonces la persona tenía que quedarse en la puerta, a lo mejor sí le tocaba y le decía: “Oye, pues sabes que ya se cumplió el plazo, devuélveme lo que te presté o págame lo que te presté o simplemente entrégame el objeto que quedamos, que si no me pagabas me entregarías”. Y bueno, la persona ahí sí, podía inventarle al esposo o a los hijos una justificación como; sabes es que se descompuso, me lo voy a llevar a que lo arreglen o lo que fuera; pero al menos su imagen no se veía deteriorada.
Pablo dice de alguna manera que todos somos deudores en cuestión del amor, porque no vamos a alcanzar a cubrir esa deuda, pero también dice, no, que no debéis a nadie nada y dice que al que honra, honra y al que respeto, respeto y es algo que no debemos de perder por el prójimo, tratar de guardar su integridad moral, su imagen ante su familia, es algo que tenemos siempre que considerar, siempre hay formas de decir las cosas, siempre hay formas de cobrar.
El espíritu del mandamiento:
Es importante ver cómo detrás de los mandamientos hay un corazón; digámoslo así; que nos guía y que nos muestra cómo actuar, a veces conocemos más a la persona en cómo se maneja las cuestiones económicas o financieras y este es un ejemplo de ello.
No está diciendo aquí, que está mal cobrarle, no, no está diciendo eso, la persona tiene ese derecho, ya sea que le devuelvan lo que prestó, porque también podría ser el caso como aquí o simplemente que se le pague lo que se le debía, no es que la Torá aquí esté apoyando la irresponsabilidad o que la gente no pague, no, lo que dice es ten tacto, ten compasión, ten cuidado de cómo haces las cosas.
Recordemos un poco la historia de los dos deudores, la historia que contó Yeshua sobre este hombre que debía una fortuna, una infinidad de dinero algo impagables al rey y clamó al rey y el rey lo perdonó, pero cuando este hombre se encontró con un deudor que le debía una cantidad ínfima comparado con lo que él debía, no lo quiso perdonar, aunque el hombre clamó igual y cuando el rey se entera se molesta contra este hombre y entonces hace valer la deuda que tenía o sea se retracta, diciendo: “Bueno, pues yo te había dicho que te perdonaba, pero al ver que tú no correspondes en esto, yo tampoco te perdono”, como les decía, no significa que la persona no debiera pagar, porque como a mí me perdonaron yo también te perdono automáticamente, no podemos equipararlo porque sería cada situación diferente, pero sí con respecto a tener compasión, con respecto a tener misericordia, con respecto a tener empatía, con respecto a cuidar la integridad y el honor de la otra persona.
Es algo que no debemos de exponer, para no hacer perder la integridad y el honor, entonces las humillaciones como por ejemplo en este caso, al entrar a la casa y llevarse los bien prestados porque no pudo pagar la persona o los bienes que quedaron como garantía, pues es una experiencia sin duda desagradable y Dios que cuida sobre todas las cosas las relaciones con el prójimo más que los objetos y las cosas materiales, nos pone este mandamiento para que consideremos nuestro actuar, para que consideremos la próxima vez que alguien te deba, ya sea dinero, ya sea porque le prestaste, piénsalo dos veces como te gustaría que te cobraran, piénsalo dos veces como te gustaría que te pidieran las cosas, a veces las personas no pagan, no porque no quieran, sino definitivamente porque no pueden, no en ese momento, porque cuenta mucho como llevamos a cabo esto. Así que el Eterno nos dé sabiduría, que también nos debe compasión, que nos dé un corazón misericordioso, para actuar de la manera correcta, aplicando este mandamiento en el caso necesario o en este tipo de situaciones.
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