No casarse con los idólatras.
Y no emparentarás con ellas; no darás tu hija a su hijo, ni tomarás a su hija para tu hijo. (Deu. 7:3 RVR60).
Explicación del mandamiento:
Este mandamiento es más conocido dentro del Brit Hadasha (Nuevo Testamento) como: “No te unas en yugo desigual con los incrédulos o idólatras porque es como casarse con ídolos” es la forma más actual o familiar de referirnos como dice el Apóstol Pablo “no te cases con idólatras”.
Hay muchos pasajes bíblicos con esta misma advertencia por ello es importante conocer por qué Dios nos da este mandamiento:
“Por tanto, no harás alianza con los moradores de aquella tierra; porque fornicarán en pos de sus dioses, y ofrecerán sacrificios a sus dioses, y te invitarán, y comerás de sus sacrificios; o tomando de sus hijas para tus hijos, y fornicando sus hijas en pos de sus dioses, harán fornicar también a tus hijos en pos de los dioses de ellas. No te harás dioses de fundición”. (Exo. 34:15-17 RVR60).
Está relacionado con la idolatría y todo lo que ello implica. Hay varias advertencias dentro de la misma Torá al Pueblo de Israel, antes de entrar a la tierra prometida, de parte del Eterno diciendo: Van a entrar a ese lugar y no harán alianzas con las personas de allí porque la alianza más poderosa que hay es la del matrimonio.
¿Cuál es en teoría la única razón que debería romper el vínculo matrimonial? Solo la muerte porque como se dice “hasta que la muerte los separe” no tendría que haber otra razón para romper este vínculo, este pacto que es el más fuerte humanamente hablando.
Y no emparentarás con ellas; no darás tu hija a su hijo, ni tomarás a su hija para tu hijo. (Deu. 7:3 RVR60).
Este versículo está relacionado con el libro de Esdras, que dice lo siguiente:
“Acabadas estas cosas, los príncipes vinieron a mí, diciendo: El pueblo de Israel y los sacerdotes y levitas no se han separado de los pueblos de las tierras, de los cananeos, heteos, ferezeos, jebuseos, amonitas, moabitas, egipcios y amorreos, y hacen conforme a sus abominaciones. Porque han tomado de las hijas de ellos para sí y para sus hijos, y el linaje santo ha sido mezclado con los pueblos de las tierras; y la mano de los príncipes y de los gobernadores ha sido la primera en cometer este pecado. Cuando oí esto, rasgué mi vestido y mi manto, y arranqué pelo de mi cabeza y de mi barba, y me senté angustiado en extremo”. (Ezr. 9:1-3 RVR60).
Se vuelve a dar esta situación similar en el libro de Nehemías 13:
“Vi asimismo en aquellos días a judíos que habían tomado mujeres de Asdod, amonitas, y moabitas; y la mitad de sus hijos hablaban la lengua de Asdod, porque no sabían hablar judaico, sino que hablaban conforme a la lengua de cada pueblo. Y reñí con ellos, y los maldije, y herí a algunos de ellos, y les arranqué los cabellos, y les hice jurar, diciendo: No daréis vuestras hijas a sus hijos, y no tomaréis de sus hijas para vuestros hijos, ni para vosotros mismos”. (Neh. 13:23-25 RVR60).
Otro ejemplo dentro de la Escritura también lo encontramos en Nehemías 13:
“¿No pecó por esto Salomón, rey de Israel? Bien que en muchas naciones no hubo rey como él, que era amado de su Dios, y Dios lo había puesto por rey sobre todo Israel, aun a él le hicieron pecar las mujeres extranjeras. ¿Y obedeceremos a vosotros para cometer todo este mal tan grande de prevaricar contra nuestro Dios, tomando mujeres extranjeras?” (Neh. 13:26-27 RVR60).
Nehemías cuestiona que al pueblo de no ser capaces de obedecer este mandamiento.
Por último, tenemos la cita del segundo libro de Corintios, capítulo 6:
“No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, Y seré su Dios, Y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”. (2 Co. 6:14-18 RVR60).
Corinto era una ciudad sumamente liberal, gente de todos lados llegaba a este lugar de comercio donde había un puerto por lo que esta comunidad no estaba exenta de verse tentada a muchas situaciones, sobre todo los jóvenes que se unían a yugo desigual, creyentes con incrédulos, lo Kosher con lo que no es Kosher, sin tener en cuenta que estaban permitiendo entrar ídolos a sus templos, a sus vidas, a sus cuerpos provocando un estado de inmundicia para Dios, largamente esta historia es repetida en la torá y el pueblo de Israel llegó a transgredir sistemáticamente este mandamiento.
¿Qué sucede en los casos de Joseph, hijo de Jacob que se fue a Egipto y le entregaron como esposa a la hija de un sacerdote? Debemos examinar la vida de José y concluir que no fue un yugo desigual, ya que se debe de comprender que no se refiere a una cuestión de raza, sino a un asunto de fe, en eso consiste en yugo desigual, se trata de no compartir realmente la fe, el compromiso, el pacto con Dios mismo.
El caso de Moshé, Moisés, nos dice que lo juzgaron hasta sus propios hermanos por su esposa la cusita, pero él no fue un hombre que se unió en yugo desigual, ya que él mismo se le dio la Torá para entregarla a los demás, esto es evidente en los nombres de los hijos de Joseph, de Moshé, sus hijos fueron hombres y su propia esposa, como da testimonio la torá, fue la que los circuncidó.
También Ruth, la Moabita, abrazaba la fe del Dios de Israel por lo que dijo:” Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios”. Si bien no hubo una conversión formal con papeles es evidente su fe, como Rahab, otro ejemplo bíblico.
Esto no debe usarse como argumento para decir que podemos casarnos con ciertas personas como ya se comentó en el estudio del libro de Esdras: Dios nos ve de dos formas: A sansón esta transgresión continua, esta debilidad, le costó perder sus ojos y Dios lo juzgó, no solo de manera individual o personal, sino que le costó el llamado que el Eterno tenía para él, ya que él estaba creado, diseñado para grandes cosas.
Pero él decidió continuamente dar la espalda, rechazar ese llamado para seguir los caminos de sus ojos. Por ello de manera individual podemos seguir un camino sin que nos importe afectar el desarrollo espiritual, la relación personal con Dios, el ministerio que pudiéramos llegar a ejercer.
La segunda forma en la que Dios también nos ve es en lo colectivo, ya que somos parte de un cuerpo, dice el apóstol Pablo en 1° corintios, capítulo 12:
“Somos parte de una colectividad, somos parte de un pueblo Santo”.
Formamos parte de una comunidad, congregación lo que nos hace parte de ese grupo, de una familia al tener un apellido, una casa, formamos parte también de una familia en la carne no nada más en la fe y todo ese entorno también se va a ver afectado, aunque parezca que no, la congregación, la familia, el pueblo de Israel en sí también va a ser afectado.
Es como decir, estamos todos en un mismo barco y aunque este barco sea enorme y no conozcamos a los que están del otro lado, lo que suceda afectará a todos, como Sansón fue aflicción a sus padres, les rompió el corazón porque ellos oraron por un hijo. Dios les concedió este milagro, sabían que tenían un hijo especial y el verlo metido en estas relaciones con estas mujeres de las cuales justamente debía ser el Libertador fue terrible y doloroso.
Otro caso que nos recuerda algo similar fue Esaú, el hijo de Isaac, Hermano de Jacob, dice en Génesis capítulo 26:
“Y cuando Esaú era de cuarenta años, tomó por mujer a Judit hija de Beeri heteo, y a Basemat hija de Elón heteo, y fueron amargura de espíritu para Isaac y para Rebeca”. (Gen. 26:34-35 RVR60).
Isaac y Rebeca oraron porque no podían tener hijos. Nacieron dos, uno de ellos Esaú quien sabía cuál era el llamado que tenía como descendiente de Abraham y de Isaac, al tomar estas mujeres va en contra del plan que Dios tenía para él y que sus padres tenían para él mismo lo que fue de amargura. Una de las primeras consecuencias que se viven y que afecta en la parte colectiva o en la parte grupal, como familia, es esta, los padres van a ser grandemente afligidos por una situación así.
Hay ciertos casos en los que ya estaban casados y uno de los dos se convierte a la palabra, viene la luz de la escritura a su vida, arrepentimiento y como dice Pablo “si el incrédulo decide vivir con la otra persona creyente tienen que continuar porque los hijos son santificados justamente por el creyente”. Diferente del caso de una persona soltera, porque esta puede decidir y hay una responsabilidad.
Cuando Dios nos ve como colectivo, a veces el pueblo puede ser juzgado completamente por una transgresión de esta naturaleza por lo que tenemos que ser conscientes que vamos a afectar a muchos, ya que somos parte de una familia, de una casa, somos parte de una comunidad, de una congregación, de un pueblo. Aún Salomón con toda su sabiduría se dejó llevar en su corazón por lo que estas mujeres le incitaron cometiendo idolatría y Dios trajo consecuencias. Por esto muchas áreas de nuestra vida pueden ser afectadas.
¿Cómo saber el sí es la persona indicada? En primer lugar, hay que orar, hay que poner este tema en oración para ser guiados por el espíritu a tener las cosas claras, asegurarse que la persona haya nacido de nuevo, haya tenido una experiencia con el Eterno, que haya tenido una transformación, eso lo sabremos por su forma de hablar, de pensar, de vestir, expresarse como dice la palabra: Por sus frutos los conocerán. Los dones se pueden imitar, pero los frutos quedan en evidencia.
Segundo punto: Asegurarse que el eterno sea el primer lugar en su vida porque si no ama a Dios, en primer lugar, puede incurrir en cualquier falla. Si esa persona ama a Dios te va a amar a ti , la garantía del no divorcio es que esa persona ame a Dios en primer lugar, por encima de todo.
Tercer punto: Que realmente tenga un compromiso en el pacto matrimonial, que crea en el matrimonio, 1° Corintios 7:28 dice: “Más también si te casas, no pecas; y si la doncella se casa, no peca; pero los tales tendrán aflicción de la carne, y yo os la quisiera evitar”.
Por ello debe ser una persona que esté dispuesta a llevar esa aflicción. Hay personas que han pasado mucho tiempo siendo solteros, para ellos es difícil desprenderse de su dinero por cuestiones que el matrimonio exige, como también renunciar a uno mismo, morir a uno mismo. Hay personas que sí aman a Dios, pero ya no están dispuestos a hacer este esfuerzo, este sacrificio matrimonial.
Finalmente, tiene que creer y guardar la Torá, los mandamientos y creer que Yeshua es el Mesías. Más allá de pensar si Dios bendice o no una relación así es prioridad saber si Dios aprueba o no lo aprueba.
Las áreas en que incide el yugo desigual son: La alimentación, fiestas, educación de los hijos, Shabat, pureza familiar, congregarse, orar, ministerio o servicio al Eterno, economía, diferentes proyectos de vida.
Es conveniente ante esta situación pensar profundamente antes de tomar decisiones, obedeciendo al Eterno porque no hay mayor bendición que la obediencia, sin desesperación porque Dios siempre tiene una persona indicada para cada uno. Soltero/a no significa estar solos, sino que aún no ha llegado esa persona, el Eterno es el que da los tiempos y prepara las cosas, mientras tanto nosotros tenemos que santificarnos, prepararnos, ser conscientes que Dios nos ha llamado a ser un pueblo Santo.
Como dice Pablo: ¿Que comunión va a tener la luz con las tinieblas, qué acuerdos va a tener el incrédulo con el que cree en el Eterno?, todo esto trasciende en muchos otros aspectos, ya que, como dijo un rabino: el desafío más grande que tiene un judío es saber si tendrá nietos judíos, esto no lo puede garantizar, ya que hay tantos matrimonios mixtos que no hay garantía que los hijos continúen en esta fe, por ello es importante obedecer y dejarse guiar por los mandamientos y por el llamado que Dios nos ha hecho para no terminar perdiendo la fe.
Como padres no podemos gobernar el corazón de nuestros hijos, pero si aún están en casa se puede influir poderosamente en ellos con nuestra propia vida, con nuestro matrimonio y ser un modelo, ejemplo que ellos busquen tener. Como padres no hay que rendirnos, sino seguir orando por su futuro, integridad espiritual y tomen llegado el momento la decisión correcta.
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