291. No castrar a ningún ser viviente.
No ofreceréis a Jehová animal con testículos heridos o magullados, rasgados o cortados, ni en vuestra tierra lo ofreceréis. (Lev. 22:24 RVR60).
Explicación y espíritu de este mandamiento:
El mandamiento 291 nos dice: no castrar a ningún ser viviente, El Señor no quiere que por esta razón se impida la reproducción.
En el libro de Génesis al prácticamente terminar la creación; en el día sexto; El Señor hace a los animales y al hombre, una vez que los hace los bendice y les dice: “Sean fructíferos, multiplíquense”.
Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así. E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno.
Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoreé en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer.
Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así.
Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto. (Gen. 1:24-31 RVR60).
Este mandamiento negativo es de no castrar a ningún ser viviente, eso quiere decir que aplica a los animales y al ser humano. En la historia vemos que los reyes tenían sus eunucos; un eunuco es un varón castrado; a lo largo de la historia, la castración se ha realizado para una función social concreta.
Pudiera ser que los eunucos se hicieran eunucos por su propia decisión o por la disposición de un rey, que los escogiera, una de las funciones era el de cuidar el Harén (El término se refiere en general a las esposas u otras mujeres relacionadas en antiguas familias aristocráticas, así como al área aislada y apartada de una casa reservada para ellas).
Deuteronomio 23:1 dice lo siguiente:
No entrará en la congregación de Jehová el que tenga magullados los testículos, o amputado su miembro viril. (Deu. 23:1 RVR60).
Este mandamiento proviene en el contexto de lineamientos sobre cómo debían de ser las ofrendas presentadas al Eterno y las advertencias a los sacerdotes de no presentar la ofrenda en ningún estado de inmundicia.
El Señor se dirigió a Moisés y le dijo: Di a Aarón y a sus descendientes que deben tener cuidado con las cosas santas que los israelitas me consagran, para que no profanen mi santo nombre. Yo soy el Señor. Diles que, ahora y en el futuro, cualquiera de sus descendientes que estando impuro haga la presentación de las cosas sagradas que los israelitas consagran al Señor, será eliminado de mi presencia. Yo soy el Señor. (Lev. 22:1-3 BDHH).
Este capítulo 22, es una advertencia para los sacerdotes, de cómo deberían recibir las ofrendas, como debía de ser una ofrenda sagrada, sobre qué cosas son sagradas para el Eterno, qué es lo que el Pueblo estaba llevando para dedicarle a El Señor.
Teniendo en cuenta que, para nuestro Padre lo más sagrado no es tanto lo que tú llevas, sino lo que tú das de corazón, debemos de tener mucho cuidado de cómo nos estamos acercando a nuestro Padre, si en nuestro interior hay un estado de inmundicia.
¿Por qué tenemos que tener en cuenta esto? Porque dice su Palabra que seremos cortados de su presencia. Tenemos dos ejemplos: Leemos en la historia del profeta Eli, que tenía dos hijos, estos dos hijos de la línea de la tribu de Leví, pero que ellos hacían cosas fuera de lo que el Señor pedía, dice que ellos se acostaban con las mujeres en las puertas del templo, que comían de la ofrenda que era dedicada al Señor y que no era permitido para ellos, porque no estaba designada para ellos porque no eran el sumo sacerdote, quien era él que podía tomar de esa ofrenda, pero, sin embargo, ellos lo hacían.
En el primer libro de Samuel, leemos lo siguiente:
Los hijos de Elí eran unos malvados, y no les importaba el Señor
ni los deberes de los sacerdotes para con el pueblo; pues cuando alguien ofrecía un sacrificio, llegaba un criado del sacerdote con un tenedor en la mano y, mientras la carne estaba cociéndose, metía el tenedor en el perol, en la olla, en el caldero o en la cazuela, y todo lo que sacaba con el tenedor era para el sacerdote. Así hacían con todo israelita que llegaba a Shiló.
Además, antes de que quemaran la grasa en el altar, llegaba el criado del sacerdote y decía al que iba a ofrecer el sacrificio: “Dame carne para asársela al sacerdote; porque no te va a aceptar la carne ya cocida, sino cruda”.
Y si la persona le respondía que primero tenían que quemar la grasa, y que luego él podría tomar lo que quisiera, el criado contestaba: “¡No, me la tienes que dar ahora! De lo contrario, te la quitaré a la fuerza”.
Así pues, el pecado que estos jóvenes cometían ante el Señor era gravísimo, porque trataban con desprecio las ofrendas que pertenecían al Señor.
Mientras tanto, el joven Samuel, vestido con un efod de lino, continuaba al servicio del Señor. Y cada año, cuando su madre iba al templo con su marido para ofrecer el sacrificio anual, le llevaba una capa pequeña que le había hecho.
Entonces Elí bendecía a Elcaná y a su esposa, diciendo: “Que el Señor te recompense dándote hijos de esta mujer, a cambio del que ella le ha dedicado”.
Después de esto regresaban a su hogar, y el Señor bendecía a Ana, la cual quedaba embarazada. De esa manera, Ana dio a luz tres hijos y dos hijas, y el niño Samuel seguía creciendo ante el Señor. En cuanto a Elí, era ya muy viejo, pero estaba enterado de todo lo que sus hijos les hacían a los israelitas, y que hasta se acostaban con las mujeres que estaban de servicio a la entrada de la tienda del encuentro con Dios.
Por tanto, les dijo: “Todo el mundo me habla de las malas acciones de ustedes. ¿Por qué se portan así? No, hijos míos, no es nada bueno lo que sé que el pueblo del Señor anda contando acerca de ustedes.
Si una persona comete una falta contra otra, el Señor puede intervenir en su favor; pero si una persona ofende al Señor, ¿quién la defenderá?” Pero ellos no hicieron caso de lo que su padre les dijo, porque el Señor había decidido quitarles la vida.
Mientras tanto, el joven Samuel seguía creciendo, y su conducta agradaba tanto al Señor como a los hombres. Por ese tiempo llegó un profeta a visitar a Elí, y le dijo: “El Señor ha declarado lo siguiente: “Cuando tus antepasados estaban en Egipto al servicio del faraón, claramente me manifesté a ellos.
Y de entre todas las tribus de Israel los escogí para que fueran mis sacerdotes, para que ofrecieran holocaustos sobre mi altar, y quemaran incienso, y llevaran el efod en mi presencia. Además, concedí a tus antepasados todas las ofrendas que los israelitas queman en honor del Señor.
¿Por qué, pues, han despreciado los sacrificios y ofrendas que yo he ordenado realizar? ¿Por qué das más preferencia a tus hijos que a mí, engordándolos con lo mejor de todas las ofrendas de Israel, mi pueblo?”
Por lo tanto, el Señor, el Dios de Israel, que había dicho que tú y tu familia le servirían siempre, ahora declara: “Jamás permitiré tal cosa, si no que honraré a los que me honren, y los que me desprecien serán puestos en ridículo. Yo, el Señor, lo afirmo.
Ya se acerca el momento en que voy a destruir tu poder y el de tus antepasados, y ninguno de tu familia llegará a viejo.
Contemplarás con angustia y envidia todo el bien que yo haré en Israel, y jamás nadie en tu familia llegará a viejo. Pero dejaré a alguno de tus parientes cerca de mi altar, para que se consuman de envidia sus ojos y de dolor su alma, y todos tus otros descendientes serán asesinados. Te servirá de muestra lo que ocurrirá a tus dos hijos, Hofní y Finees: los dos morirán el mismo día.
Luego pondré un sacerdote digno de confianza y que actúe de acuerdo con mi voluntad y criterio, al que le daré una descendencia continua y le haré estar siempre al servicio del rey que yo haya escogido.
Entonces, todo el que haya quedado vivo en tu familia vendrá a inclinarse ante él a cambio de una moneda de plata o un trozo de pan, rogándole que le dé algún trabajo entre los sacerdotes para poder ganarse el alimento.” (1 Sam. 2:12-36 BDHH).
Otro ejemplo lo tenemos con Nadab y Abiú:
Pero Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, pusieron en ellos fuego e incienso y ofrecieron ante el Señor un fuego ilícito, pues él no lo había mandado. Entonces salió de la presencia del Señor un fuego que los consumió y murieron ante él. (Lev. 10:1-2 BDHH).
Lo que ellos querían era robarle la gloria al Eterno, similar a lo que en la actualidad llega a pasar, hoy en día existen pastores que se dedican a darle ese mal uso a las cosas de Dios, a lo que la gente está trayendo a sus comunidades y es por eso, que mucha gente ha cerrado su corazón para no ofrendar, siendo que esas ofrendas servirían para que la casa del Señor siga creciendo.
En el libro de Malaquías; siendo un profeta menor; nos habla de los diezmos y las ofrendas.
Yo soy el Señor. No he cambiado. Y por eso ustedes, descendientes de Jacob, no han sido aniquilados. Ustedes se han apartado de mis preceptos, como se apartaron sus antepasados, y no han querido obedecerlos. Yo, el Señor todopoderoso, les digo: ¡Vuélvanse a mí, y yo me volveré a ustedes! Pero ustedes dicen: “¿Por qué hemos de volvernos a ti?”
Y yo pregunto: ¿Acaso un hombre puede defraudar a Dios? ¡Pues ustedes me han defraudado! Y todavía preguntan: “¿En qué te hemos defraudado?” ¡En los diezmos y en las ofrendas me han defraudado! Sí, toda la nación, todos ustedes, me están defraudando, y por eso voy a maldecirlos.
Yo, el Señor todopoderoso, les digo:
Traigan su diezmo al tesoro del templo, y así habrá alimentos en mi casa. Pónganme a prueba en eso, a ver si no les abro las ventanas del cielo para vaciar sobre ustedes la más rica bendición.
No dejaré que las plagas destruyan sus cosechas y sus viñedos.
Todas las naciones les llamarán dichosos, porque ustedes tendrán un país encantador. Yo, el Señor todopoderoso, lo he dicho. (Mal. 3:6-11 BDHH).
El Señor nos dice que lo probemos a Él, que Él nos abrirá la ventana de los cielos y derramara su bendición, nosotros ciertamente molestos con lo que vemos que hacen nuestras autoridades cerramos nuestro corazón y dejamos de dar, pero lejos de que sea algo mejor, nosotros mismos nos estamos cerrando esas bendiciones de parte de Dios.
Veamos los siguientes versículos:
El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra?, y si soy señor, ¿dónde está mi temor?, dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?
En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable.
Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto?, dice Jehová de los ejércitos.
Ahora, pues, orad por el favor de Dios, para que tenga piedad de nosotros. Pero ¿cómo podéis agradarle, si hacéis estas cosas?, dice Jehová de los ejércitos.
¿Quién también hay de vosotros que cierre las puertas o alumbre mi altar de balde? Yo no tengo complacencia en vosotros, dice Jehová de los ejércitos, ni de vuestra mano aceptaré ofrenda. Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi nombre entre las naciones; y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia, porque grande es mi nombre entre las naciones, dice Jehová de los ejércitos.
Y vosotros lo habéis profanado cuando decís: Inmunda es la mesa de Jehová, y cuando decís que su alimento es despreciable.
Habéis además dicho: ¡Oh, qué fastidio es esto!, y me despreciáis, dice Jehová de los ejércitos; y trajisteis lo hurtado, o cojo, o enfermo, y presentasteis ofrenda. ¿Aceptaré yo eso de vuestra mano?, dice Jehová.
Maldito el que engaña, el que teniendo machos en su rebaño, promete, y sacrifica a Jehová lo dañado. Porque yo soy Gran Rey, dice Jehová de los ejércitos, y mi nombre es temible entre las naciones. (Mal 1:6-14 RVR60)
En el capítulo 2, el Señor todavía da la oportunidad de decidir darle a la gloria, pero también dice “Por cuanto no has decidido bien, yo cerraré tu cementera y el estiércol de los animales que me has presentado te lo arrojaré en tu cara”.
Es por eso que debemos de tener mucho cuidado, como estamos presentando nuestras ofrendas y no solo las ofrendas, también como estamos nosotros, porque el mandamiento 291 dice que no podemos presentar una ofrenda en un estado de inmundicia.
Una forma de ofrendar al Señor, es con servicio, un ejemplo lo vemos en la congregación, cuando se apoya en tareas del funcionamiento en la Kehilá como: bajar, acomodar o recoger sillas, pero evitamos apoyar con esto, si lo hacemos, que lo hagamos de todo corazón.
Otra manera es meternos en un ministerio, pero si lo vamos a hacer, tenemos que hacerlo de todo nuestro corazón.
El Señor no es que necesite tu ofrenda, El Señor lo que ve es tu corazón, con qué corazón estás dando, eso es lo que el Señor realmente ve.
El libro de Génesis dice lo siguiente:
Y aconteció andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante?
Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido?, y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él. (Gen. 4:3-7 RVR60).
Cuando Caín y Abel ofrecen su ofrenda, lo primero que ve el Eterno es su corazón, ve a Caín y a su ofrenda y ve a Abel y su ofrenda, o sea, a quien vio primero, a ellos a su corazón, qué es lo que ellos presentaron.
Es así que lo que hagamos, no lo hagamos con inmundicia en nuestro corazón, y lo que nos hace inmundos es el pecado, no hay quién este limpio, ¿quién es justo?, nadie, pero tenemos a alguien que nos limpia… ¿Quién es? Es Yeshua.
Aguas corrientes, aguas que fluyen, en hebreo “Mayim Hayim” son esas aguas corrientes que traen vida:
Más el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. (Jhn. 4:14 RVR60).
El capítulo 7 de Juan nos dice lo siguiente:
El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. (Jhn. 7:38 RVR60).
Tengamos en cuenta que no es un compromiso para quedar bien con los hombres, sino más bien con El Eterno, ni con nuestro pastor es con Nuestro Padre, es con Él con quien tenemos el compromiso de conocer cada día más como ofrecerle lo mejor al Señor y no es para beneficio del Señor es más bien para nuestro propio beneficio.
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