No separarás la cabeza del ave ofrenda como jatat
“Y el sacerdote los llevará y ofrecerá primero el que es para expiación; arrancará su cabeza de su cuello, pero no la separará por completo” (Levítico 5:8 RV60).
Explicación del mandamiento:
El mandamiento 124 corresponde al negativo 70. Para comprenderlo, vamos al Libro de Levítico 5:8, que dice:
Versículo 8: El sacerdote los llevará y ofrecerá primero el que es para expiación; arrancará su cabeza de su cuello, pero no la separará por completo.
En este contexto, se habla de la necesidad de hacer una expiación por el pecado. Si alguien no tenía suficiente dinero para comprar un cordero, podía adquirir dos tórtolas o dos palomas para realizar su ofrenda expiatoria por el pecado.
El versículo indica que la primera de estas ofrendas es para el pecado, es decir, es una ofrenda que se presenta por el pecado cometido. La segunda ofrenda es como un holocausto. La diferencia entre ambas es clara: la primera es como un abogado que intercede en nombre de la persona ante el Rey (en este caso, Dios). La persona reconoce su pecado y se presenta ante Dios para buscar perdón. Una vez que el Rey está satisfecho, se presenta la segunda ofrenda, que actúa como un regalo para aplacar al Rey. Por eso se presentan estas dos ofrendas, primero la expiación y luego el holocausto.
La versión que leímos anteriormente es la Reina Valera, pero si tienes una Biblia NVI, por ejemplo, encontrarás en la segunda parte del verso lo siguiente:
Versículo 8 (NVI): Para esto, le retorcerá el cuello, pero sin desprenderle por completo la cabeza.
¿Te das cuenta de la diferencia? La RV60 dice “arrancará su cabeza de su cuello, pero no la separará por completo”, mientras que la NVI dice “le retorcerá el cuello, pero sin desprenderle por completo la cabeza”. La Torá de Rashi dice: “los llevará el Cohen y ofrecerá primero el que es para la ofrenda por el pecado, cortará su cabeza a la altura del cuello, pero sin dividirla”. Es decir, se le debe hacer un corte procurando que la cabeza no se desprenda por completo. Al leer varias biblias, todas más o menos expresan la misma idea, pero con diferentes palabras. Sin embargo, en la Biblia de Jerusalén, que es una Biblia católica, la idea original es que ni siquiera se utilice un cuchillo como se haría con animales más grandes, ya que se trata de un animal muy pequeño. La idea es que se le corte prácticamente con un golpecito, incluso algunas biblias dicen “de un uñazo”. Se debe hacer un corte con el mínimo esfuerzo posible, con la uña o con cualquier instrumento pequeño, asegurándose de que la cabeza no se desprenda.
Reflexionando al respecto, nos damos cuenta de que lo que redime el pecado no es el sacrificio en sí mismo, ni el hecho de que el animal muera y así quedes libre. Lo que realmente redime el pecado es el arrepentimiento, la teshuvá. El arrepentimiento implica reconocer que has cometido un pecado. Entonces, lo que redime verdaderamente ese pecado es tu arrepentimiento. La ofrenda del animal es una consecuencia del arrepentimiento. Es un acto simbólico para buscar el perdón de Dios. Pero nuevamente, se enfatiza que la cabeza debe permanecer unida, siguiendo lo indicado por la Torá, y surge una duda: “¿Por qué a Dios le importa si la cabeza se desprende o no? Después de todo, es un animal muy pequeño. Al leer sobre el detalle de cortarla con un golpecito, comprendí que, con un pequeño gesto, como un leve corte con la uña, se obtendría la sangre necesaria para rociarla, pero siempre cuidando de que la cabeza permanezca unida.
¿Por qué explico todo esto? Hay un punto importante en esta traducción y el detalle del cuidado de mantener la cabeza unida. Se genera otra duda: “¿Qué diferencia hace si la cabeza se separa o no? Al fin y al cabo, estás presentando una ofrenda al Señor para redimir el pecado que has cometido”.
Reflexionando al respecto, nos da a entender que de dos principios podemos aprender de este mandamiento. Tal vez te preguntes: “En la actualidad, ni siquiera tenemos un templo, solo hago mi teshuvá”. Es cierto que no tenemos un templo en la actualidad, pero lo que debemos considerar es cómo se realizaba este proceso. Debemos tener cuidado de no separar la cabeza, incluso en nuestras vidas cotidianas, en cada una de las áreas en las que decidimos entregar algo a Dios, aunque sean cosas pequeñas, como el cuello de una pequeña tórtola. Debemos ser muy cuidadosos.
El primer punto se encuentra en la primera parte del texto, que dice:
Versículo 8: El sacerdote los llevará y ofrecerá primero el que es para expiación.
Entonces, el primer punto es: ¿quién debía hacer la expiación? El sacerdote. Tú no podías hacerlo, debías llevarlo al sacerdote, y él tomaba la primera tórtola para la expiación. ¿Qué dice el versículo? El sacerdote. ¿Y quién es el sacerdote en tu hogar hoy en día? Tú. Si eres un varón, eres el jefe de familia. Si eres una mujer en tu hogar y estás sola con tus hijos, eres la cabeza de hogar. No estoy diciendo que la mujer sea sacerdotisa, pero está desempeñando las funciones de una sacerdotisa. Como se menciona antes, hoy no hay templo, y en teoría estas leyes no se aplicarían. Pero si las trasladamos a la actualidad, el papel que nos corresponde desempeñar a nosotros como hombres es el de ser cabezas de familia, y como mujeres, también como cabezas de hogar.
¿Cuál es la intención? Que, en primer lugar, intercedas por los tuyos. Tal vez no te límites a interceder solo por tu familia, pero primero debes interceder por los tuyos. ¿Qué ejemplos tenemos en la Escritura de hombres que intercedieron por su familia, por sus hijos? Tenemos un ejemplo en Job. Job, capítulo 1, versículos 1 al 5 dice:
Versículos 1-2: En la tierra de Uz vivía un hombre llamado Job. Era íntegro y recto; temía a Dios y se apartaba del mal. Tenía siete hijos y tres hijas.
Job tenía un total de diez hijos, entre hijos e hijas, una familia numerosa. Tal vez te quejas de tener solo dos o tres hijos, pero Job tenía diez, de los cuales siete eran hijos y tres eran hijas. Continúa leyendo:
Versículos 3-4: Poseía siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes y quinientas asnas, y tenía muchos siervos. Sus hijos solían hacer banquetes en sus casas, cada uno en su día, e invitaban a sus tres hermanas a comer y beber con ellos.
Versículo 5: Al terminar el turno de banquetes, Job enviaba a buscarlos para purificarlos. Muy de madrugada ofrecía un holocausto por cada uno de ellos, pensando: “Tal vez mis hijos hayan pecado y maldecido a Dios en sus corazones”. Esto era lo que Job solía hacer.
Job lo hacía todos los días. Aquí tienes un hombre justo delante de los ojos de Dios, intercediendo diariamente por sus hijos, desempeñando el papel de sacerdote. Él no era un sacerdote, pero era justo ante Dios y lo temía. ¿Te consideras hoy una persona que teme a Dios? ¿Qué significa eso? Significa reconocer a Dios como nuestra guía, como quien nos muestra el camino y las normas que debemos seguir de acuerdo con su Torá.
Aquí tenemos un ejemplo de un hombre justo intercediendo todos los días por sus hijos. Te pregunto: ¿Cuándo fue la última vez que oraste por tus hijos? Tal vez fue en Shabat, lo cual está bien porque ese es el propósito del Shabat. Pero ¿qué tal si llegamos al punto en el que, al despertar y abrir los ojos por la mañana, agradecemos al Señor por la vida y la vida de nuestros hijos, y le pedimos que borre sus pecados si te han ofendido? ¿Qué tal si todos los días hicieras esto por tus hijos, por tu esposa y tal vez por personas cercanas a ti que necesiten tus oraciones e intercesión ante Dios?
Este es el primer principio: como sacerdote de tu hogar, como hombre o mujer justa ante Dios, debes interceder por los tuyos y por los pecados que pudieron haber ofendido a Dios.
El segundo principio se encuentra en la segunda parte del verso: “arrancará su cabeza de su cuello, pero no la separará por completo”. Cuando haces algo para Dios, ¿crees que le gusta recibir las cosas de forma completa o en pedacitos? Por supuesto, completas. En nuestra vida, tenemos muchas áreas y debemos asegurarnos de entregarlas completas a Dios, sin importar cuán pequeñas sean. Debemos entregar todo de corazón, al igual que el cuello de una pequeña tórtola. Por eso debemos ser muy cuidadosos.
Si vas a hacer algo para Dios, hazlo bien. Recuerdo que cuando era niño, mi madre decía: “Si vas a hacer un favor, hazlo bien; de lo contrario, ni lo hagas”. Si haces una promesa a Dios, cúmplela. No prometas algo si no estás dispuesto a cumplirlo, porque solo te estarías metiendo en problemas.
Entonces, si vas a hacer algo, hazlo bien y de corazón. ¿Cuáles son algunas áreas en las que tenemos estas oportunidades? En primer lugar, tu congregación. Si vas a hacer algo por tu congregación, como dar una enseñanza, asegúrate de prepararla bien. No te presentes con una actitud negativa o descuidada. Lo mismo sucede en las celebraciones, como en Shabat. Si vas a participar en las cosas de Dios, hazlo de manera correcta y no a medias. Si vas a celebrar Shabat con tus hijos, asegúrate de que estén convencidos y comprometidos. Si no están convencidos, es mejor que se aparten, porque si están allí, deben estar bien con Dios y no pueden hacerlo con una actitud negativa. Entonces, no le ofrezcas a Dios cosas a medias, sino que entrégale todo con todo tu corazón.
Otra área de oportunidad es el trabajo. Espero que no seas de los que dicen: “Ellos hacen como que me pagan y yo hago como que trabajo”. ¡No! Si no estás satisfecho con lo que te pagan, busca otro trabajo. Pero no hagas tu trabajo a medias, porque en realidad, ¿para quién estás trabajando? Para Dios. Estás recibiendo un salario como una bendición que Dios te está dando. Dios está utilizando esa empresa o medio para bendecirte. Pero si no lo entiendes y dices: “Si supieras cómo es mi jefe, siempre tiene una actitud negativa y siempre pide las cosas de una manera que no dan ganas de hacerlas”, espera un momento. Tienes que hacerlo porque es tu trabajo, no importa si tu jefe es amable o no. Debes hacerlo porque Dios te ha puesto allí y te está bendiciendo a través del trabajo. Si quieres agradar a Dios, debes hacer bien tu trabajo, ¿estás de acuerdo? Y si no, simplemente busca otro trabajo y pídele a Dios que te lleve a otro lugar.
Otra área de oportunidad es la familia. Incluso podría ser la más importante. Amar a tu familia, amar a tu esposa. Si vas a amar a tu esposa o esposo, ámalos bien, ámalos de corazón. Por ejemplo, cuando abrazas a tu esposa, ¿le das un abrazo a medias? ¡No! ¿Por qué un abrazo completo? ¿Cuáles son los abrazos más valiosos? ¿Los que son merecidos o los que no son merecidos? Sin duda, los que no son merecidos. Entonces, cuando ames a tu esposa o esposo, dale un abrazo completo. No le des a Dios cosas a medias, ni le des salarios a medias. Esto también es importante. Creo que un principio fundamental en el matrimonio, y lo digo para aquellos que se casarán, es tener acuerdos con su futura esposa sobre cómo manejar las finanzas y la educación de sus hijos. Esto les dará una imagen completa y evitará sorpresas innecesarias en el matrimonio. Aunque algunos problemas pueden resolverse con el tiempo.
Recuerda, cuando hagas algo, hazlo completo. Al final del día, Dios mora en ti y lo que estás haciendo se lo estás ofreciendo a Dios. Espero que recuerdes y apliques estos dos principios en tu vida, y que el Eterno te permita interceder diariamente por tu familia y por ti mismo, y que las cosas que decidas ofrecerle a Dios las entregues completas y con todo tu corazón.
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