Prohibición para la persona ritualmente impura, de comer de la carne de los sacrificios.

Más ella permanecerá treinta y tres días purificándose de su sangre; ninguna cosa santa tocará, ni vendrá al santuario, hasta cuando sean cumplidos los días de su purificación. (Lev. 12:4 RVR60).

Explicación del mandamiento:

Este mandamiento se encuentra dentro de la porción conocida como Tazria, cuyo significado es “concebir”. En los mandamientos anteriores sé explico que una persona se puede volver ritualmente impura por tocar un cadáver, un objeto o ingerir un alimento no permitido, a causa de ciertas emisiones físicas, tanto por parte del hombre como de la mujer, recordando que el sacerdote era quien tenía la facultad para declarar impura a una persona.

La percepción que usualmente se tiene sobre la inmundicia o impureza es de connotación negativa, debido a que este estado puede transferirse, es percibido como una especie de contaminación maligna. Sin embargo, a la luz de la Torá, el estado de impureza viene a existir cuando se ha creado una pérdida o vacío de vitalidad, que para el caso del mandamiento que nos ocupa, sucede después del alumbramiento. Los versículos de este capítulo hablan de la purificación después del parto, del alumbramiento y de la circuncisión.

En la Torá, se prohíbe que una persona en estado de impureza ingrese al santuario o entre en contacto con artículos considerados santos, tales como las ofrendas sacrificadas o las que se llevaban al templo (como era el caso de las primicias, diezmos y ofrendas voluntarias). Por tanto, el mensaje espiritual de la Torá se resume en que debemos tener un canal de acceso para la vitalidad, lo que es contrario a la pérdida en el caso de impureza.

Tal acción es un requisito previo para adquirir un grado más elevado de santidad. La santidad es la separación en acción y pensamiento de un extremo con el objeto de allegarse a otro, en términos espirituales es la elevación hacia el Eterno, quien es la fuente de vitalidad. Y esa santidad es la que encontramos en la vivencia de los mandamientos, en la voluntad del Eterno.

El santuario es el espacio de mayor santidad, trascendencia y de mayor contacto con la vitalidad para el ser humano, por eso no se podía acceder al santuario en un estado de impureza. Ingresar en este lugar sin la existencia previa de un canal de acceso a la vitalidad, es contraproducente y puede costar la vida, en un sentido espiritual, como se menciona en el siguiente versículo:

Así apartaréis de sus impurezas a los hijos de Israel, a fin de que no mueran por sus impurezas por haber contaminado mi tabernáculo que está entre ellos. (Lev. 15:31 RVR60).

En el capítulo anterior, se mencionó lo que podemos ingerir y de qué debemos abstenernos aún de tocar para poder alimentarnos y concebir. Espiritualmente de lo que nos alimentemos, de lo que llenemos nuestra mente, al ver, percibir, observar, escuchar, generará determinados pensamientos, lo que nos llevará a producir ciertas palabras y acciones, por tanto, procuremos mantenernos alertas para cuidar lo que entra a nuestra mente y corazón.

Es por ello que el Eterno nos manda meditar en su Palabra de día y de noche, en todo momento, y lugar, porque de esta manera nos aseguraremos que lo que emerja de nosotros, lo que daremos a luz, será bueno, agradable y perfecto, de acuerdo a su voluntad, y de bendición para los demás y aun para nosotros mismos.

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